Viernes 19 de mayo de 2017
Ya, hasta sabemos el sillón de la
casa desde el que veremos el mun-
dial de Rusia. Y antes que salgan
los diarios argentinos podemos leer
en la red el diario parisino Le
monde, El País madrileño o el ita-
liano Corriere della Sera.
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Sí, la tecnología cambió todo.
Hace 31 años los periodistas tenía-
mos que pedir a una operadora de
larga distancia para comunicarnos
telefónicamente con Jáchal o Po-
cito.
La mayor parte de los diarios ar-
gentinos se hacían aun con tipogra-
fía de plomo.
Las emisiones televisivas en color
llevaban pocos años en nuestra
provincia, ni soñábamos con las cá-
maras fotográficas y filmadoras di-
gitales y las agencias de noticias
enviaban sus fotos por radio y sus
noticias por teletipo.
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En ese ámbito nació El Nuevo Dia-
rio.
Y ese ámbito condicionaba todo.
Quien poseía aquella tecnología
hoy superada, era dueño de todo el
proceso. Y defendía su quinta con
uñas y dientes, lo que era lógico.
Los avances tecnológicos posterio-
res fueron –aunque no todos los
aprovecharon-
formidables distri-
buidores de conocimientos. Se
abarataron los procesos indus-
triales, los transportes, los me-
dios utilizados para producir y
crear.
Ahora uno analiza el avance tecno-
lógico y todo el cambio que ha re-
presentado en nuestra vida y no
puede menos que recordar las pa-
labras de un amigo:
-Tantas guerras al pedo…
Hoy, todo se masificó.
El chico de diez años toma una fo-
tografía de sus compañeritos de
curso con una cámara digital. Y con
un click la envía a un amiguito que
se fue a vivir a Australia.
Ese mismo celular ya no es sólo un
teléfono, como lo era aquel horrible
aparato negro que tenían pocas
casas sanjuaninas.
Hoy es una súper sofisticada ma-
quinaria que nos sirve de archivo
de videos, textos y fotografías, que
nos comunica con todo el mundo
en tiempo real, que nos proyecta
películas, nos permite leer un libro
o distrae a nuestros niños con cien-
tos de juegos o nos brinda la mú-
sica que nos gusta.
Pero además de todo eso, por ese
simple aparatito que cabe en cual-
quier bolsillo, estamos conectados
con nuestros médicos, medimos
nuestros signos vitales, Internet nos
trae la música, las noticias, el cine, la
pornografía, las enciclopedias, las
recetas de cocina y el pronóstico del
tiempo para toda la semana en todos
y cada uno de los lugares del pla-
neta.
Simplemente con una computadora
personal y una conexión con la red,
podríamos hacer una publicación sin
salir de casa o poner en el aire una
radio.
La tecnología se encargó de poner
las cosas en su lugar, de terminar
con los ámbitos cerrados, de licuar
aquella cultura de provincia terminal
donde pasaban cosas pero poco
cambiaba.
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Para bien o para mal, en pocos años
todo cambió.
El fenómeno de los “mass media”
irrumpió en todos los ámbitos.
Y con él terminamos de insertarnos
en un mundo que parecía lejano.
Porque aunque vivíamos en una ciu-
dad nueva, seguíamos siendo una
aldea grande, con pautas culturales
congeladas, con pocos temas de los
cuales hablar.
Nos guste o no, hay pautas y posibi-
lidades nuevas.
Y las hemos ido incorporando, pa-
gándolas en no pocos casos con
nuestra piel.
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Por eso insistimos tanto:
el futuro
se llama conectividad.
Si no estamos conectados es
como si nos bajáramos del
mundo.
Los niños de hoy saben más del
mundo que de la aldea. Saben de
memoria como forma el Real Ma-
drid o el Barcelona aunque no re-
cuerden como se llaman los
equipos de nuestro futbol, ven parti-
dos de la NBA, se entusiasman con
la Fórmula 1 y adoran los mundia-
les y las olimpiadas
Saben que hay un mundo distinto.
Pero al mismo tiempo descubren
que aun hay hombres y mujeres
que no están capacitados para in-
gresar en ese mundo o no tienen la
las posibilidades de hacerlo.
Y esa es la inmensa brecha que te-
nemos que soldar.
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Hace 31 años que El Nuevo Diario
intenta explicar los cambios que se
van produciendo. A veces en sole-
dad, en otros en medio de incom-
prensiones, muchas veces con la
burla de quienes quieren detener
esos cambios con buena voluntad
y decretos efímeros.
Hace 31 años imaginamos el
mundo que hoy tenemos.
Hoy nos parece común producir al
mismo tiempo para el papel y para
Internet, para la televisión y para la
radio, realizar documentales en
DVD o editar un libro, encarar pro-
yectos individuales o concertar
asociaciones estratégicas.
Todo esto era impensable hace
tres décadas, cuando se pensaba
que cada uno era dueño absoluto
de su metro cuadrado y nos cru-
zábamos de vereda para no sa-
ludar al competidor.
Hoy sabemos que todos nos nece-
sitamos y que el competidor es el
mundo.
Pero también sabemos que todo
es transitorio y provisional. Que el
mundo cambia cada mañana. Que
aquellos sueños del hijo doctor hoy
se mezclan con otros sueños.
¡
Que los cambios recién empie-
zan!
Y que todo lo que nos rodea es
más joven que nosotros.
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Ahora uno analiza el avance tecnológico
y todo el cambio que ha representado en
nuestra vida y no puede menos que recordar
las palabras de un amigo:
-Tantas guerras al pedo…
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