Viernes 19 de mayo de 2017
AÑOS
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Durante años los hechos delictivos pasaban
por televisión y a nadie se le cruzaba por la
cabeza que pudieran pasar en San Juan,
hasta que ocurrieron.
s
s
EN LA CALLE Y EN LA CÁRCEL
Escribe
Enrique Merenda
mino es aquel que indicaba que
cuando un ladrón atacaba armado
en la calle, estaba en sus cabales.
Hoy, muchos de quienes salen ar-
mados lo hacen bajo efectos de sus-
tancias prohibidas, lo que hace
imprevisible la reacción del delin-
cuente.
Proteger a los hijos: de padre ladrón
no podía salir hijo ladrón, también
quedó en el olvido. En los últimos
diez años creció de manera alar-
mante la cantidad de hechos que tie-
nen como protagonista de un delito a
padres que utilizan a sus hijos meno-
res.
San Juan dejó
de ser un pueblo
D
urante años los hechos delic-
tivos pasaban por televisión y
a nadie se le cruzaba por la
cabeza que pudieran pasar en San
Juan, hasta que ocurrieron.
El caso de la violación en El Pinar
fue el que dio una cachetada a la so-
ciedad. Se dio a conocer el nombre
de las víctimas, se las difamó, se co-
noció el nombre de los acusados y
se involucró también a inocentes.
Había tantos apellidos conocidos en
el medio, que hasta un juez cedió a
las tentaciones y los benefició.
E
n los últimos treinta años no solo
la tecnología avanzó a pasos agi-
gantados, hubo cambios en todos
los órdenes y el actuar de la delincuencia
también sufrió cambios, para peor, obvia-
mente.
En la cárcel hay nuevos códigos, total-
mente distintos a los que imperaron por
años. Hoy, personajes como el célebre
“Patón” Ochoa, no tienen el mismo res-
peto que hace treinta años. Ochoa cum-
plió varias condenas por estafa, pero él
mismo manifestó que jamás usó armas,
ni siquiera un cuchillo. Esto dentro de la
cárcel le sirvió para ganarse el respeto “a
pulmón”, o sea si se enfrentaba con al-
guien, era a golpes de puños.
Sin embargo hoy ya no es el más respe-
tado y si bien prácticamente no se ani-
man a enfrentarlo, Ochoa atraviesa “el
ocaso de su carrera”. En la cárcel, hace
treinta años, los “malos” estaban detrás
de las rejas. Hoy, algunos de los malos
son los propios que deben cuidar a los
delincuentes dentro del Servicio Peniten-
ciario.
En las cárceles se rompieron leyes no es-
critas que eran sagradas: durante las
horas de visita, nadie alteraba el orden,
era el momento del reencuentro semanal
del reo con sus afectos. Además, los
niños no debían ver actos de violencia.
Hoy, todo esto para muchos internos es
algo sin sentido. Muchas revueltas en los
últimos tiempos empezaron durante la
hora de visita y algunos que llevan mu-
chos años cumpliendo condena, no du-
daron en cobrárselas cuando las visitas
se fueron.
El uso de sustancias prohibidas era algo
aislado. Hoy gran parte de la población
carcelaria usa algún tipo de droga, que
muchas veces es ingresada por familia-
res y hasta por algún penitenciario. En la
desesperación de consumir droga, el
preso rompió otra regla de oro: a la fami-
lia se la protegía y no se la exponía. Hoy
muchos familiares directos de los inter-
nos terminan involucrados en causas ju-
diciales por intento de introducir droga en
el Penal, utilizando cualquier método,
como la ropa interior de madres y herma-
nas o hasta sus partes íntimas. Incluso
muchos de los casos tienen a los bebés
como “mulas”, es decir que transportan y
pasan la droga puertas adentro de la cár-
cel.
Adentro de la cárcel se rompió otro có-
digo sagrado: con las mujeres nunca, con
los niños tampoco. Las llamadas “visitas
sanitarias” en muchos casos sirvieron
para que el interno termine golpeando a
su pareja y creció la cantidad de procesa-
dos y condenados por abuso contra me-
nores que hay en el Penal.
Qué
códigos perdieron
los
delincuentes en 31 años
En la calle también
hubo cambios
E
n las calles, leyes no escritas,
tales como “en el barrio no se
roba”, o “no comprar nada que
se haya robado en el barrio”, quedaron
derogadas hace tiempo.
Lo que antes los propios delincuentes
condenaban, ahora es moneda co-
rriente. Las mujeres y los niños son vícti-
mas no solo de arrebatos, sino de
salvajes agresiones. Muchas mujeres
murieron después de haber sido ataca-
das para robarles la cartera.
Otro de los códigos que quedó en el ca-