grandes adelantos de principios de
siglo, el mundo se movía con pocos
cambios. Todo estaba hecho para
durar. Desde un simple ventilador
hasta las relaciones personales.
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Este mundo cambió radicalmente
con los nuevos tiempos.
El Nuevo Diario ha sido testigo de
ello.
¿Qué pasó? ¿Acaso surgieron ge-
neraciones más inteligentes?
Absolutamente, no.
El gran cambio lo trajo la tecnología.
Lo demás fue una consecuencia.
Los hechos, los cambios, las trans-
formaciones, fueron cada vez más
producto de los avances de la cien-
cia aplicada, aunque nosotros crea-
mos que nuestro accionar es
fundamental para la existencia del
pequeño ámbito en el que actua-
mos.
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Si uno analiza estos últimos 30
años, advierte que los esfuerzos hu-
manos en uno o en otro sentido,
tanto para retardar los cambios
como para adelantarlos, han incidido
mucho menos que el avance tecno-
lógico.
Prepotentemente irrumpía en nues-
tras vidas la era del conocimiento. Y
los adelantos, para bien o para mal,
no respetaban fronteras ni aduanas
ni tradiciones.
La especialización ha llegado a
tanto que simplemente apretando
una tecla del control remoto pasa-
mos del canal de la cocina al de his-
toria, del canal de la música a la
geografía, pasando por los culebro-
nes, la economía, el deporte, las no-
ticias y hasta un canal dedicado al
tiempo.
Si no tenemos una radio digital se
hace imposible diferenciar las emi-
soras que se superponen en un dial
superpoblado.
A través de Internet tenemos acceso
en segundos a más información de
la que puede brindar la Biblioteca de
Alejandría y todas las bibliotecas del
mundo.
M
is abuelos –Ramón, el va-
lenciano, y Alfredo, el ita-
liano- solían decir que ellos
eran hombres de dos siglos.
Y tenían razón.
Fueron testigos de grandes cambios.
Ambos nacieron cuando el siglo XIX
moría y vivieron todos los adelantos
de la primera mitad del siglo XX.
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Pero no se trata sólo de fechas ni
cronologías.
Imaginemos por un momento una
escena del 1900 en San Juan.
Un San Juan sin luz eléctrica, sin
cloacas, sin gas domiciliario, sin au-
tomóviles, sin motos, sin radios, sin
cines, sin caminos, sin puentes
sobre el río, sin obras sociales, sin
antibióticos, sin universidades,
sin teléfonos, sin televisión,
sin aviones, sin calefacto-
res, sin aire acondicio-
nado
Fincas sin tractores ni
camiones, noches ne-
gras como boca de lobo,
vino hecho “a pata”. Tra-
bajo sin horarios, sin
sindicatos, sin leyes so-
ciales, sin jubilación.
Ese fue el San Juan que
vivieron mis abuelos,
como tantos abuelos san-
juaninos.
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Y de pronto esos abuelos –sin
grandes estudios ni títulos ni crédi-
tos ni bancos- debieron adaptarse
a cambios que en tres décadas les
modificó rotundamente la vida.
No fueron cambios menores.
En dos décadas ya podían comuni-
carse telefónicamente, escuchar
radio, viajar en ómnibus o avión, es-
cuchar las radionovelas o disfrutar
del cine y el teatro, iluminarse con
luz eléctrica y plantearse como obje-
tivo de vida que sus hijos no sólo su-
pieran leer y escribir sino tener su
título universitario.
Paralelamente, la llegada de la
energía eléctrica, provocó una ver-
dadera revolución industrial que
cambió para siempre las formas de
Viernes 19 de mayo de 2017
Todo es más
joven
que nosotros
producir y la organización social.
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Pero si algo fue distintivo de esa
etapa fue la lentitud de los cambios.
Nuestros abuelos y nuestros padres
vivieron en un mundo donde una he-
ladera, un auto o una radio podían
mejorar pero sustancialmente segui-
rían por décadas siendo lo que eran.
Además, todo tardaba en llegar a
este San Juan nuestro, provincial
terminal, alejada de las grandes ca-
pitales. Le doy ejemplos:
La primera proyección co-
mercial de películas con so-
nido completamente
sincronizado ocurrió en la ciudad de
Nueva York, en abril de 1927 (
The
Jazz Singer
). Pero recién en la dé-
cada de 1930, las películas sonoras
fueron un fenómeno global.
La considerada como pri-
mera transmisión radiofó-
nica del mundo se realizó
en la Nochebuena de 1906,
desde Brant Rock Station,
Massachusetts. A partir de
ahí los sistemas de radio-
difusión se fueron exten-
diendo progresivamente
por el mundo, aunque
no fue hasta la década
de 1920 cuando comen-
zaron las primeras trans-
misiones regulares con
programas de entreteni-
miento.
A San Juan la
radio recién llegaría en
1930
En 1939:
RCA (Radio Cor-
poration of America) pre-
senta la televisión en la
Exposición Mundial de Nueva York.
A los visitantes se les permitía
verse a sí mismos en la pantalla de
una TRK-12. En 1955 llega el Ze-
nith Flash-Matic, que no precisa
ningún nexo físico con la tele. En
1954 y con pantalla de 12 pulgadas
se lanza el primer TV a color. Re-
cién en 1951 llegarían las transmi-
siones televisivas a Buenos Aires.
San Juan debería esperar hasta
1964. La televisión color llegaría
a Buenos Aires para el mundial
de 1978. A San Juan un año más
tarde.
En otras palabras, después de los
AÑOS
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Escribe
Juan Carlos Bataller