El Nuevo Diario - page 19

Viernes 19 de agosto de 2016
19
Detalles para
una sospecha
SYMBOL DE AMÉRICA
M
arilyn vivía desde hacía poco
tiempo en una casa de estilo
mexicano, situada en el número 12
305 de Fifth Helena Drive en Brent-
wood (California).
La noche de su muerte, un vecino ob-
servó que una ambulancia se había
detenido cerca del domicilio de la ac-
triz; allí estuvo estacionada unas cinco
horas hasta que, finalmente, se supo
lo ocurrido. Fue entonces cuando un
alto número de personal sanitario bajó
de la misma y se dirigió directamente
a la casa de la artista.
Algo antes de las cinco, el sargento de
Policía Jack Clemmons13 quien unos
veinte minutos antes había recibido la
llamada de Eunice Murray, se personó
en el lugar de los hechos, sospe-
chando inmediatamente que, según
todos los indicios, se trataba de un
asesinato:
l
La habitación se encontraba en per-
fecto orden (Marilyn era muy desorde-
nada).
l
No se hallaron restos de barbitúri-
cos.
l
Estaba completamente desnuda,
tendida de costado, cubierta con una
sábana, con las manos hacia abajo…;
pero el cadáver tuvo que ser movido
ya que el rigor mortis y otros signos
apuntaban a que había fallecido boca
arriba. Su ropa se estaba lavando to-
davía en la lavadora y las demás sá-
banas habían sido cambiadas.
l
Mientras llegaba la policía, Eunice
Murray había limpiado a fondo la habi-
tación.
l
La muerte debió de producirse unas
ocho horas antes de su comunicado.
l
La actriz presentaba moretones y
fuertes golpes por todo el cuerpo.
l
Tanto el diario personal de la actriz,
que debía de estar guardado en una
pequeña caja bajo llave, como los re-
gistros telefónicos de esa noche desa-
parecieron.
l
Las fotografías de la escena del cri-
men fueron manipuladas, apareciendo
en su lugar una habitación totalmente
desordenada.
nados.
Era increíble, el presidente de los Esta-
dos Unidos había pasado a ser un
riesgo para la seguridad.
El tal Frederick Vanderbilt Field, en cuya
casa se alojó Marilyn durante ese viaje,
no era el único comunista que mantenía
contactos con la estrella. Según el FBI,
a esta ideología pertenecían también
José Bolaños -guionista mexicano, oca-
sional amante y la última persona con la
que Marilyn habló por teléfono antes de
que se encontrara su cadáver-, y sobre
todo Ralph Greenson, su psiquiatra par-
ticular, cuya influencia sobre la actriz era
tan descomunal que el mismísimo direc-
tor George Cuckor afirmó en cierta oca-
sión: “Si había que hablar con Marilyn,
no era necesario llamar a sus secretaria,
ni a su agente, ni a su abogado. ¡Se lla-
maba a su psiquiatra!”.
Buena muestra del peligroso cóctel en
que se había convertido Marilyn Monroe
es un párrafo que revela el momento en
que, tras el fin de una de sus crisis más
graves -por la que fue internada en un
sanatorio mental, donde llegaron a colo-
carle una camisa de fuerza-, accedió di-
rectamente al teléfono del Despacho
Oval bajo el seudónimo de “Nancy
Green”.
Mientras hacía furor la guerra fría, el
hombre iniciaba su carrera a la luna y se
empezaban a construir refugios antiató-
micos, se había dado instrucciones a la
centralita telefónica de que todas las lla-
madas de “Nancy Green” se pasaran al
Despacho Oval. Otros asuntos urgentes
del momento eran el plan de matar a
Fidel Castro y la invasión de la Bahía de
Cochinos.
Una de las personas que pueden haber
estado enteradas de los planes de inva-
dir Cuba y matar a Castro era Marilyn
Monroe. En julio de 1962, Marilyn le en-
señó su diario rojo o “libro de secretos” a
Robert Slatzer. En el diario había apun-
tes sobre su conocimiento del complot
de la CIA para matar a Castro y una de-
claración de que Bobby era inflexible en
su recomendación de retirar el apoyo
militar de los Estados Unidos a las fuer-
zas invasoras de la Bahía de Cochinos.
Marilyn llevaba un diario con apuntes
desde hacía muchos años. El periodista
James Bacon recordaba que llevaba un
diario en los años cincuenta y le divertía
ver que tomaba notas de lo que él aca-
baba de decir. Muchos psicoanalistas
exigían que sus pacientes llevaran un
diario y según Janice Rule y otros pa-
cientes del doctor Ralph Greenson, era
normal esta exigencia. Durante la se-
sión, el analista revisaba las anotacio-
nes.
Tal vez fue el diario lo que perdió a Ma-
rilyn Monroe. Ese pequeño cuaderno
rojo en el que apuntaba hasta lo más
nimio y que siempre llevaba consigo,
porque, afirmaba, así conseguía una
cultura que le permitiría algún día in-
cluso intervenir en las profundas conver-
saciones de sus amigos y conocidos. La
huérfana número 3.463, la jovencita a la
que sus compañeros de desventura co-
nocían como “el ratón” y poco más tarde
como “la habichuela humana” deseaba
realmente convertirse en una persona
con bagaje intelectual. Un deseo que se
acrecentó a medida que en Hollywood le
presentaban una y otra vez guiones que
reflejaban a la remanida “rubia tonta”.
Pero el diario desapareció. Según Jeffe-
ries, Marilyn guardaba el diario en su
dormitorio o bajo llave en el archivo del
bungaló de los huéspedes. Curiosa-
mente, ese archivo fue forzado la noche
en que la estrella murió. Sólo otras tres
personas tenían la llave: Phil Schwartz-
berger, auxiliar administrativo; Richard
Rathman, encargado de la administra-
ción y el juez que se hizo cargo del
caso, Theodore Curphey.
El juez Curphey “era un administrador
sin experiencia en el campo de la inves-
tigación, (...) pero el 6 de agosto anunció
a la prensa que interrogaría personal-
mente a los médicos de la estrella”. Era
el primer paso de un proceso suma-
mente irregular. Curphey encargó la au-
topsia a Thomas Noguchi, quien
entonces era patólogo ayudante. Años
después, cuando ya se le conocía como
“el forense de las estrellas”, Noguchi
decía: «Lo normal era que la autopsia la
hubiera practicado un médico forense
más experimentado, pero, no obstante,
el doctor Curphey hizo aquella singular
llamada y me asignó el trabajo a mí”.
También resulta interesante que para
que Noguchi pudiera hacérsela, Grandi-
son tuviera que rescatar el cadáver de
una funeraria privada, donde ya lo esta-
ban embalsamando. Los análisis que se
le hicieron al cuerpo de Marilyn Monroe
arrojaron datos que descartaban la hipó-
tesis del suicidio. Por una parte, se en-
contraron diversos moratones que
indicaban signos de violencia, por otra
había indicios de que el cuerpo había
sido movido y, por último, no se hallaron
rastros de barbitúricos en el estómago
de la víctima.
Todos estos descuidos condujeron años
después al forense a hacerse en un libro
la siguiente pregunta: “¿Se suicidó Ma-
rilyn o le inyectaron los fármacos que le
causaron la muerte?”.
Tal como culmina Donald H. Wolfe, “¿In-
tentaban matar a Marilyn Monroe? ¿O
sólo someterla con un “pinchazo crítico”,
es decir, suministrarle una dosis mayor
de aquella a la que estaba acostum-
brada, para poder abrir por la fuerza su
archivador, tomar notas, cartas y docu-
mentos legales y buscar el libro de se-
cretos? Los indicios señalan homicidio
premeditado. En presencia de Bobby
Kennedy, le inyectaron una cantidad de
barbitúricos suficiente para matar a 15
personas”.
Estaba completamente des-
nuda, tendida de costado,
cubierta con una sábana,
con las manos hacia abajo;
pero el cadáver tuvo que ser
movido ya que el rigor mortis
y otros signos apuntaban a
que había fallecido boca
arriba.
La noche del 4 de agosto de 1962, en uno
de los departamentos de huéspedes de un
hotel situado en el número 12305 de Fifth
Helena Drive en Los Ángeles, el cadáver de
la actriz fue encontrado por Eunice Murray,
quien trabajaba como su asistente y sirvienta
y quien se encargó de llamar a la policía a las
4:25 de la madrugada del día 5, 8 horas de-
spués de su deceso. Un policía señala el
frasco con pastillas al lado de la cama donde
yace el cuerpo de Marilyn.
La famosa escena del vestido levantado
por los respiraderos del subte, en la
película “La comezón del séptimo año”
1...,8,9,10,11,12,13,14-15,16,17,18 20,21,22,23,24,25,26,27,28
Powered by FlippingBook