Viernes 3 de marzo de 2017
“Hay que acabar
con el formato
de clases de
50 minutos”
Dice el diario El País, de Madrid: “La neuroeducación,
la disciplina que estudia cómo aprende el cerebro,
está dinamitando las metodologías tradicionales de
enseñanza. Su principal aportación es que el cerebro
necesita emocionarse para aprender.
F
rancisco Mora es autor del
libro
Neuroeducación. Solo se
puede aprender aquello que se
ama
, que
ya cuenta con once ediciones
desde 2013, es también doctor en Neuro-
ciencia por la Universidad de Oxford y se
empezó a interesar por el tema en 2010,
cuando acudió al primer Congreso Mun-
dial de Neuroeducación celebrado en
Perú. El profesor de Fisiología Humana
de la Universidad Complutense alerta que
en la educación se siguen dando por váli-
das concepciones erróneas sobre el cere-
bro, lo que él llama
neuromitos
. Además,
Mora es adscrito al departamento de Fi-
siología Molecular y Biofísica de la Uni-
versidad de Iowa, en Estados Unidos.
—¿Por qué es importante tener en
cuenta los hallazgos de la neuroedu-
cación para transformar la forma de
aprender?
—
A nivel internacional hay mucho ham-
bre por anclar en sólido lo que hasta
ahora solo han sido opiniones, y ese inte-
rés se da especialmente en los profeso-
res. Lo que hace la neuroeducación es
trasladar la información de cómo funciona
el cerebro a la mejora de los procesos de
aprendizaje.
—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo, conocer qué estímulos
despiertan la atención, que después da
paso a la emoción, ya que sin estos dos
factores no se produce el aprendizaje.
—Es un cambio…
—El cerebro humano no ha cambiado en
los últimos 15.000 años; podríamos tener
a un niño del paleolítico inferior en un co-
legio y el maestro no darse cuenta. La
educación tampoco ha cambiado en los
últimos 200 años y ya disponemos de al-
gunas evidencias que hacen urgente esa
transformación. Hay que rediseñar la
forma de enseñar.
—¿Cuáles son las certezas que ya se
pueden aplicar?
—
Una de ellas es la edad a la que se
debe aprender a leer. Hoy sabemos que
los circuitos neuronales que codifican
para transformar de grafema a fonema, lo
que lees a lo que dices, no terminan de
conformar las conexiones sinápticas
hasta los seis años. Si los circuitos que te
van a permitir aprender a leer no están
conformados, se podrá enseñar con lá-
tigo, con sacrificio, con sufrimiento, pero
no de forma natural. Si se empieza a los
seis, en poquísimo tiempo se aprenderá,
mientras que si se hace a los cuatro, igual
se consigue pero con un enorme sufri-
miento. Todo lo que es doloroso tiendes a
escupirlo, no lo quieres, mientras que lo
que es placentero tratas de repetirlo.
—¿Cuál es el principal cambio que
debe afrontar el sistema educativo ac-
tual?
— Hoy comenzamos a saber que nadie
puede aprender nada si no le motiva. Es
necesario despertar la curiosidad, que es
el mecanismo cerebral capaz de detectar
lo diferente en la monotonía diaria. Se
presta atención a aquello que sobresale.
Estudios recientes muestran que la ad-
quisición de conocimientos comparte sus-
tratos neuronales con la búsqueda de
agua, alimentos o sexo. Lo placentero.
Por eso hay que encender una emoción
en el alumno, que es la base más impor-
tante sobre la que se sustentan los proce-
sos de aprendizaje y memoria. Las
emociones sirven para almacenar y re-
cordar de una forma más efectiva.
—¿Qué estrategias puede utilizar el
docente para despertar esa curiosi-
dad?
—
Tiene que comenzar la clase con algún
elemento provocador, una frase o una
imagen que resulten chocantes. Romper
el esquema y salir de la monotonía. Sa-
bemos que para que un alumno preste
atención en clase, no basta con exigirle
que lo haga. La atención hay que evo-
carla con mecanismos que la psicología y
la neurociencia empiezan a desentrañar.
Métodos asociados a la recompensa, y
no al castigo. Desde que somos mamífe-
ros, hace más de 200 millones de años,
la emoción es lo que nos mueve. Los ele-
mentos desconocidos, que nos extrañan,
son los que abren la ventana de la aten-
ción, imprescindible para aprender.
— Usted ha advertido en varias oca-
siones de la necesidad de ser cautos
ante las evidencias de la neuroeduca-
ción. ¿En qué punto se encuentra?
7
Francisco Mora, doctor en Medicina
y Neurociencia, en su despacho de
la Facultad de Medicina de la
Universidad Complutense.
Foto: JAIME VILLANUEVA EL PAÍS
FRANCISCO MORA
EXPERTO EN NEUROEDUCACIÓN
—
La neuroeducación no es como el mé-
todo Montessori, no existe un decálogo
que se pueda aplicar. No es todavía una
disciplina académica con un cuerpo re-
glado de conocimientos. Necesitamos
tiempo para seguir investigando porque lo
que conocemos hoy en profundidad
sobre el cerebro no es aplicable entera-
mente al día a día en el aula. Muchos
científicos dicen que es muy pronto para
llevar la neurociencia a las escuelas, pri-
mero porque los profesores no entienden
de lo que les estás hablando y segundo
porque no existe la suficiente literatura
científica como para afirmar a qué eda-
des es mejor aprender qué contenidos y
cómo. Hay
flashes
de luz.
—¿Podría contar alguno de los más
recientes?
—
Nos estamos dando cuenta, por ejem-
plo, de que la atención no puede mante-
nerse durante 50 minutos, por eso hay
que romper con el formato actual de las
clases. Más vale asistir a 50 clases de 10
minutos que a 10 clases de 50 minutos.
En la práctica, puesto que esos formatos
no se van a modificar de forma inminente,
los profesores deben romper cada 15 mi-
nutos con un elemento disruptor: una
anécdota sobre un investigador, una pre-
gunta, un vídeo que plantee un tema dis-
tinto… Hace unas semanas
la Universidad de Harvard me encargó di-
señar un MOOC (curso
online
masivo y
abierto) sobre Neurociencia. Tengo que
concentrarlo todo en 10 minutos para que
los alumnos absorban el 100% del conte-
nido. Por ahí van a ir los tiros en el futuro.
—En su libro
Neuroeducación. Solo se
puede aprender aquello que se
ama
alerta sobre el peligro de los lla-
mados
neuromitos
. ¿Cuáles son los
más extendidos?
—
Existe mucha confusión y errores de in-
terpretación de los hechos científicos, lo
que llamamos neuromitos. Uno de los
más extendidos es el de que solo se uti-
liza el 10% de las capacidades del cere-
bro. Todavía se venden programas
informáticos basados en él y la gente
confía en poder aumentar sus capacida-
des y su inteligencia por encima de sus
propias limitaciones. Nada puede sustituir
al lento y duro proceso del trabajo y la
disciplina cuando se trata de aumentar
las capacidades intelectuales. Además, el
cerebro utiliza todos sus recursos cada
vez que se enfrenta a la resolución de
problemas, a procesos de aprendizaje o
de memoria. Otro de los neuromitos es el
que habla del cerebro derecho e iz-
quierdo y de que habría que clasificar a
los niños en función de cuál tienen más
desarrollado. Al analizar las funciones de
ambos hemisferios en el laboratorio, se
ha visto que el hemisferio derecho es el
creador y el izquierdo el analítico —el del
lenguaje o las matemáticas—. Se ha ex-
trapolado la idea de que hay niños con
predominancia de cerebros derechos o
izquierdos y se ha creado la idea equivo-
cada, el mito, de que hay dos cerebros
que trabajan de forma independiente, y
que si no se hace esa separación a la
hora de enseñar a los niños, se les perju-
dica. No existe dicha dicotomía, la trans-
ferencia de información entre ambos
hemisferios es constante. Si se presentan
talentos más cercanos a las matemáticas
o al dibujo, no se refiere a los hemisfe-
rios, sino a la producción conjunta de
ambos.