Viernes 3 de marzo de 2017
Escribe
Eduardo Quattropani*
temas de la justicia
Tengo para mí que existen cier-
tas verdades que, o nos cuesta
asumirlas o, para peor, nos resulta
conveniente no hacerlo.
Una de ellas es el no entender
que, por regla general, cuando
una temática está en crisis, la solu-
ción es cambiar el o los sistemas o,
en la mayoría de los casos, imple-
mentar uno, pues de común la cri-
sis es causada por la ausencia de
este.
El no asumir esa realidad nos
hace gastar recursos, esfuer-
zos y esperanzas, recurriendo a
parches o atajos con olor a fracaso
desde su mismo inicio.
Otra verdad, que no nos gusta
demasiado asumir, es que no se
es especialista porque a uno se lo
tenga por tal; porque estuvimos in-
volucrados, de algún modo, en la
temática o en razón de haber
hecho un cursito de ocasión,
mucho menos porque se tenga el
arrojo de exponer en el curso,
pues especialista es aquel que de
un modo sistemático, con bases
científicas y empíricas, alcanza el
dominio o conocimiento superior
en una materia o ciencia; los
demás, como máximo, serán char-
latanes, vivillos, arrojados, oportu-
nistas o caraduras. Usted elija.
La otra verdad esencial que
nos cuesta asumir es que mientras
tanto la verdad y la mentira tengan,
en la sociedad, idéntico valor, que
para peor sea más fácil convencer
a los demás de una mentira que de
una verdad, que un título periodís-
tico tenga más valor que los he-
chos, será muy difícil instalar el
criterio del valor de la excelencia,
del esfuerzo.
Por último, en sociedades de-
cadentes, resulta evidente la,
quizás, más trágica de las menti-
ras, exigir o pedir lo que no esta-
mos personalmente dispuestos a
hacer o dar.
En verdad creo mejor sería
sostener que hay ciertas menti-
ras que dificultan el crecimiento de
una sociedad. La nuestra.
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COLUMNISTAS
algo de alguien
Interesa el contenido
U
na maceta con una muy
linda planta, un día se cayó
y se partió un pedacito de
maceta, en el borde; entonces, la
puse en otro lado más resguardada
de los posibles porrazos del trán-
sito humano. Me dije que apenas
pudiera la iba a trasplantar a otra
maceta nueva.
Esa fue mi intención. Donde la
dejé se veía muy bien; entonces, la
di vuelta para que no se viera la
parte rota... Se veía como si estu-
viera entera, como si nada. Allí
quedó y quedó y se ve que a ella,
la “ventilación” le sentó bien porque
estaba cada día más saludable y
hasta echaba hijos que la hacían
lucir mejor todavía. Ella siguió su
vida como pudo y parece que pudo
bien. Cuidó el protocolo y no sacó
algún brote fuera del plato y se
mostró expansiva y vital... Su
mundo interior tomó aire y liberó
sus raíces...
Una vez más, la vida me dijo que
lo que importa es lo de adentro; lo
exterior es eso, exterior, y la natu-
raleza no se va a detener por una
desprolijidad para nuestra estética.
Mientras reguemos y cuidemos
apropiadamente, ella nos lo agra-
decerá con su belleza que es real,
legítima, tanto que al estado silves-
tre, las plantas siempre vivieron sin
macetas, ni sanas ni rotas.
Las personas tampoco deberíamos
preocuparnos tanto por el envase
que nos contenga. En este caso
puede que no esté roto como la
maceta, pero puede ser que no
esté a la moda, en esos casos nos
s
Vicepresidente Primero del
Consejo Federal de Política Cri-
minal de los Ministerios Públi-
cos de la República Argentina
Escribe
Gustavo Ruckschloss
preocupamos mucho, y hay que
pensar que lo importante es lo de
adentro, como en ella. Quién nos
juzgue o nos mida por la aparien-
cia de nuestro envase puede equi-
vocarse, porque lo importante
sigue siendo la belleza interior, la
sustancia.
Aunque algunas chicas tienen un
envase suficientemente atractivo
como para pasar por alto tanta filo-
sofía. También se les perdona que
tengan alguna imperfección. Dios
dirá qué tienen de contenido. Mien-
tras las vemos pasar no pensamos
tanto y nos dejamos llevar por la
belleza de la naturaleza. Eso de la
maceta rota se parece a las chicas
que ahora usan los jeans rotos en
las rodillas, y más... sigue siendo el
contenido lo interesante.
Las mentiras (o verdades)
condicionantes