Viernes 26 de agosto de 2016
10
MONSEÑOR ALFONSO DELGADO SOBRE LOS CASOS DE ABUSO DEL
Una nota de
Betty Puga
“
”
En Argentina y en
el mundo entero,
principalmente en
Europa, la cultura
de la sociedad era
callar estas cosas
D
e a poco, el velo que ocultaba
los abusos cometidos por Na-
poleón Sasso mientras ejerció
el sacerdocio en San Juan comienza a
correrse. Hasta ahora se sabe que al
menos tres jóvenes sanjuaninas fueron
víctimas del excura cuando tenían apro-
ximadamente diez años. En 2007,
Sasso fue condenado a 17 años de cár-
cel en Buenos Aires por el abuso de 5
niñas de entre 7 y 14 años, que asistían al
comedor de Cáritas en La Lonja, Pilar, donde
era párroco de la capilla San Manuel.
Sin embargo, la pedofilia de Sasso quedó al
descubierto mientras estaba en San Juan. De
hecho, fue el arzobispo Ítalo Severino Di Sté-
fano quien envió una carta al director de Domus
Mariae, una institución para ayudar a sacerdo-
tes en crisis, pidiéndole que fuera internado allí.
Durante el juicio sustanciado en el Tribunal Oral
Criminal N° 1 de San Isidro, que condenó a
Sasso, se dio lectura a la carta enviada por Di
Stéfano en 1995 a un grupo de obispos, en la
que se exponía el problema que sufría y se lo
exhortaba a buscar una solución.
Publicada en El Nuevo Diario la entrevista a M.,
el primer caso que da a conocer públicamente
la actuación de Sasso en San Juan, monseñor
Alfonso Delgado se mostró a favor de que se
estén rompiendo los pactos de silencio y mani-
festó que quiere “si cabe el pedirle perdón en
nombre de una iglesia que es santa”
—¿Qué pasó con Sasso en el año ’94 o ‘95?
¿Por qué se lo envió a Buenos Aires?
—En primer lugar, lo que me salió espontánea-
mente cuando leí tu artículo fue una pena in-
mensa. Tal es así que no sé si es correcto lo
que digo pero lloré por dentro. Realmente me
queda como una espina o un puñal clavado. Yo
llego en el año 2000 y nunca tuve noticias del
padre Sasso, hasta que un día salió la noticia
en un medio sanjuanino. Averigüé dónde había
ido y me fui a Pilar o cerca de ahí, no me
acuerdo bien. Estuve con estas personas, pero
hacía años que no estaba ahí, que había sa-
lido. Le aconsejaron no salir pero salió. Tenía
que hacer un tratamiento. Años más tarde,
tampoco ellos me podían decir por qué fue,
guardaron la privacidad, pero vieron que es-
taba de ayudante en una parroquia cerca. No
pude comunicarme con él. Busqué una pista
más pero no supe nada. De la información que
teníamos, muy breve, le remitimos copia al juez
cuando lo pidió y no hacía referencia a esto.
—¿Sabia de casos en San Juan?
— Nunca tuve noticias de que había pasado
algo así en San Juan. Puedo decir que me tocó
escuchar situaciones parecidas en otros ámbi-
tos distintos a la iglesia, donde se encuentran
personas muy heridas y comprendo el inmenso
dolor. Un acontecimiento muy grande no me in-
hibe, al contrario, me alienta más a ayudar.
Pido perdón en nombre de padres, tíos, pri-
mos, universidades, colegios y en este caso,
quisiera que llegara a ella, a la víctima. No sé si
cabe el pedirle perdón en nombre de una igle-
sia que es santa y sobre una cultura que tene-
mos que terminar de resolver en la sociedad.
Es la esperanza lo que hay que fortalecer.
— M. dice no perdió la fe.
—A las personas que pasaron estas cosas,
que son tremendas, hay que ayudarles a con-
vertir la muerte en vida, el drama en espe-
ranza. La culpable no es ella, el culpable es
otro. Si a mí me pisa un auto no tengo por qué
ocultarlo. Si a mí me atropellan de este modo
no tengo que ocultarlo, aunque esa sea la cul-
tura dominante. Gracias a Dios está cam-
biando. La cultura era el pacto de silencio, en
violencia de género y en violencia familiar.
—Es que lamentablemente la cosificación
de la mujer esta naturalizada.
— En Argentina y en el mundo entero, princi-
palmente en Europa, la cultura de la sociedad
era callar estas cosas. Cuando en la Iglesia se
percibió que esto era parte de una cultura del
mundo, empezaron las alarmas. Tal es así que
la consigna es tolerancia cero. A causa de esto
se tomaron protocolos de funcionamiento y de
actuación, muy claritos y muy exigentes, que la
Iglesia compartió con otras instituciones que no
sabían cómo encarar la situación; eso está en
la página web del Vaticano. Puedo decir tam-
El arzobispo de San Juan expresó que desconocía que
hubiera víctimas de Sasso en San Juan y pide perdón
por eso, pero además sostiene que “hay que
romper los pactos de silencio”.
Quisier
a
personalmente
pedir perdón en
nombre de quien
haya abusado