Viernes 26 de agosto de 2016
PADRE SASSO EN SAN JUAN
11
“
”
Cuando en la Iglesia
se percibió que esto
era parte de una
cultura del mundo,
empezaron las
alarmas. Tal es así
que la consigna es
tolerancia cero
bién que había otros casos dolorosos al
revés: acusaciones falsas contra un buen
sacerdote.
—A Sasso lo denunció a la justicia una
señora que trabajaba con él, pero antes
se lo dijo a las autoridades de la iglesia
de allá y no hicieron nada. El diagnóstico
de Domus Mariae decía que no podía
estar en contacto con niños y lo destina-
ron a un lugar donde funcionaba un co-
medor de Cáritas.
— Me parece que actuó bien. Me da lo
mismo que sea el director de una escuela,
un párroco, un obispo o el padre de familia
que niega, todos están actuando incorrecta-
mente. Cuando empezamos a averiguar
este tema vimos que él estaba incardinado
de San Juansin ejercer el ministerio y fue
en otro lugar que le dieron autorización para
eso. Entonces pedimos que la Santa Sede
lo declarara al juez al sacerdote y lo conse-
guimos desde acá mismo, como de oficio.
—¿Eso fue cuando era juzgado?
—Por supuesto, porque antes era un expe-
diente muerto. Ya la gente no se acordaba
de él. Más aún, por las preguntas que hice,
se guardaba un buen recuerdo de él. Me
asombraba que si había pasado allá, no hu-
biera noticia. Pensaba que algo se desen-
cadenó en él, pero resulta que la cosa venía
de más lejos.
—
Di Stéfano sabía algo como para en-
viar una nota al director de Domus Ma-
riae para que Sasso fuera aceptado.
— Puede haber todo tipo de problemas, al-
coholismo, problemas de conducta, alguna
adicción a drogas, puede haber cuestiones
de relaciones violentas, puede haber heri-
das familiares que se traen... No sé cuál es
el motivo por el que fue porque allá hay una
gama grande de cosas. En nuestra expe-
riencia, en un seminario, hay que ver cómo
influyen las heridas familiares y cómo in-
fluye, en ámbitos más grandes, cuando una
persona que ha sido abusada y no ha en-
contrado la contención. Tenemos que rom-
per esa cultura del silencio, pero cuidado de
no empezar a tirar cualquier cosa que se
me pase por la cabeza.
— ¿Qué recaudos toma la Iglesia antes
de la ordenación?
— En el seminario se trabaja muchísimo.
Cada uno tiene su psicodiagnóstico, saben
que no cabe dentro del sacerdocio ninguna
de estas cuestiones u otras que puede lle-
var en una vida normal un hombre co-
rriente, pero en el sacerdocio no entra.
También tomar precauciones en los cole-
gios, en actividades con jóvenes y sobre
todo, que no pueda haber ocasiones, por lo
que hay que integrar más a las familias.
Después, ese cuidado ambiental digamos y
que cualquier cosa que llegue, inmediata-
mente, se dé señal de alarma. Creo que
todos tenemos que hacer un gran esfuerzo,
todas las instituciones de la sociedad, la
Iglesia en particular, la familia, los ámbitos
de gente joven, para primero cuidar, avisar,
prevenir, pero tampoco crear una psicosis.
— ¿Cómo se trata o se trabaja cuando
se recibe una denuncia sobre abuso por
parte de algún sacerdote?
— Si alguno se anoticia de que esto pasa,
es bueno cuanto antes comunicarse con el
párroco o con el Obispado, preferentemente
con los padres. Ahora bien, si hay alguna
cosa así, que se ponga por escrito sino es
palabra contra palabra... Gracias a Dios,
acá en San Juan, ha pasado con una per-
sona mayor que ya no ejerce el sacerdocio
y otro caso muy lejano, que era de otro
lugar, entonces le aconsejamos que, en
previsión de cosas futuras, no siguiera en el
sacerdocio.
— ¿Esos casos pasaron después de
Sasso?
— Sí, pero fue una situación muy distinta. Él
era de otra diócesisy estaba por acá y le
aconsejamos que allá en su lugar no si-
guiera en el ministerio sacerdotal. Lo aceptó
y no hubo ningún problema.
—¿Era el sacerdote acusado de abuso
en Mendoza, que tenía una hija con la
joven abusada?
— Tenía una hija en Mendoza. La historia la
conocen allá, yo no sé bien qué pasó.
Como algo no estaba bien, sugerimos esto.
Nunca hubo una denuncia ni una cosa así,
pero vimos que había que cuidar...
— ¿Fue el sacerdote que viajó con usted
a Cuba, cuando vino el Papa Juan Pablo
II?
— El ahora lleva una vida normal. Está muy
feliz así. Yo no soy quien para juzgar. Gra-
cias a Dios acá no pasamos cosas así. Es
la primera noticia sobre el padre Sasso que
tenemos, entonces me golpeó y me asom-
bró tanto. Quisiera personalmente pedirle
perdón en nombre de quien la haya abu-
sado en un ámbito muy especial, de con-
fianza.