la_cena_de_los_jueves2 - page 34

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nocí a Guillermo Flores, el “Cacho”, cuando ambos éramos es‑
tudiantes de la escuela Industrial Domingo Faustino Sarmiento.
Era raro el Cacho. Pero simpático. Y buen amigo.
La vida te lleva por distintos caminos. Y aquellos dos chicos se
encontraban cada tanto en alguna calle, se saludaban con afecto
o intercambiaban algunas palabras. Por ejemplo, Cacho decía:
—Vos tenés que ser acuariano…
—Te equivocaste, soy capricorniano.
—¿De qué día?
—Del 20 de enero….
—Ah, entonces son más acuariano que capricorniano…
El seguía caminando con una risotada. Y yo continuaba con mi
camino a la redacción.
Un día vino a nuestras cenas y durante dos horas no voló una
mosca pues el Cacho contó su vida de estudiante.
Otra noche se hizo la madrugada escuchándolo hablar de su
vida de aventurero.
Veamos si puedo recordar parte de esa charla.
—¿Cómo hiciste tu primer viaje?
—A dedo. ¿De qué otra forma podía hacerlo? Me fui con cien
pesos. Llegué a México.
—¿Tuviste problema en alguna parte?
—En Nicaragua, estaba Somoza, en el 69 y me echaron. No tuve
problemas, pero me dieron 48 horas para salir del país. Me fui
al puerto y me subí en una lancha torpedera, que me dejó en El
Salvador y seguí viaje.
—Cuánto tiempo estuviste viajando…
—Dos meses, de vuelta me vine en avión. Después mi viejo me
regaló una motito, una 48, que la compré en Yacamar que es‑
taba en Laprida y Jujuy. Valía 3000 pesos, la compramos en cuo‑
tas. Y después se funde Yacamar, así que la moto no se pagó
nunca. Le hice los papeles y me fui justo para la época del cor‑
dobazo, pasé un mes allí y después, me fui hasta Paraguay.
4.500 kilómetros, salí en el invierno desde acá, llegué a Para‑
Juan Carlos Bataller
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