la_cena_de_los_jueves2 - page 24

24
La pérdida de trabajo
o de oportunidades por adultos que no
pueden adaptarse a las nuevas tecnologías es otro ejemplo.
Los cambios tan rápido en hábitos y costumbres
nos hacen
sentir ajenos a la sociedad que nos cobija.
Los ojitos de los hijos de
padres separados que volvieron a re‑
hacer su vida
también hablan de desarraigo –no siempre pero si
a veces‑ cuando descubren que ahora tienen dos familias pero a
ninguna la sienten como aquella original.
Es cierto. Todos hemos sufrido o vamos a sufrir algún tipo de
desarraigo.
Lo triste es que el desarraigo de esta modernidad es mucho más
brutal que aquel que vivieron nuestros abuelos inmigrantes.
Porque aquellos abuelos tenían la capacidad de reconstruirse,
venían con un proyecto,
sabían qué perdían y qué ganaban.
Vivían en un mundo donde las cosas estaban hechas para que
durasen, en sociedades con vocación hacia lo permanente.
Los desarraigos de hoy no nacen de lejanías.
Nacen de la tran‑
sitoriedad.
Las relaciones son frágiles, las ideas son coyunturales, las cosas
no perduran, y los trabajos y las organizaciones son inestables.
La inocencia de la niñez, la permanencia integrada en el hogar
paterno, los matrimonios, los trabajos, los conocimientos,
todo
es más breve.
Este estilo de vida abreviado, origina un sentimiento colectivo de
desarraigo porque se vive sobre una base vacilante donde las rela‑
ciones del hombre con todas las cosas son cada vez más corta.
Y es entonces cuando extrañamos aquellos tiempos cuando
siendo niños nos sentíamos seguros en las rodillas del abuelo,
sabíamos que nuestra madre estaría esperándonos con la leche
al regresar de la escuela y pensábamos que el futuro pasaba por
nuestra libreta de ahorro.
Juan Carlos Bataller
1...,14,15,16,17,18,19,20,21,22,23 25,26,27,28,29,30,31,32,33,34,...206
Powered by FlippingBook