Viernes 8 de febrero de 2019
cionarios habían hecho trincheras con
bolsas de harina. Tras una larga lucha
la comisaría cayó.
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A todo esto, Aldo Cantoni se comuni-
caba telefónicamente con el jefe del
Regimiento, general Ramón Jones.
—Le pido general que envíe sus
hombres inmediatamente, la situa-
ción es caótica.
—Lo siento doctor pero no puedo inter-
venir hasta recibir órdenes superiores.
Los escuchas en la Central Telefónica,
tomaban nota de la desesperación de
Aldo y sonreían.
La sorpresa que se llevó el médico Ro-
dríguez Riveros, apodado
“el masca-
piedras”
debe haber sido muy grande
cuando vio entrar a su casa a Federico
Cantoni herido, que era ayudado por el
periodista García Córdoba quien luego
cumpliera una gran trayectoria en Bue-
nos Aires, en el diario Clarín.
Ocurría que tanto el doctor Rodríguez,
como su esposa de apellido Laspiur
eran anticantonistas.
Cantoni estaba herido en la cabeza y
en la cadera. Aseguran que Rodríguez
escuchó más de una vez el consejo:
—¡Matalo!
Pocos médicos querían a Cantoni pues
este les había obligado a pagar altísi-
mos derechos para poder ejercer la
profesión. No obstante, el doctor Ro-
dríguez hizo oídos sordos y atendió al
gobernador herido.
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Aún se seguía combatiendo en la Cen-
tral de Policía y en el Consejo General
de Educación que estaba defendido por
un grupo de cantonistas que enterados
de los sucesos llegaron sin armas pero
encontraron en el local un verdadero ar-
senal.
Atrincherados en el edificio y dispa-
rando desde las ventanas, entre estos
bloquistas estaban
Largacha, Varesse,
Sancassani, Muriel y un joven que
luego sería gobernador peronista:
Eloy P. Camus.
Había alguien más:
el cura Juan Videla
Cuello.
Este cura era uno de los personajes
más famosos de San Juan en aquellas
décadas. Pasaba del sermón al dis-
curso en la tribuna política o en el co-
mité.
Aquel día de la revolución de 1934, Vi-
dela Cuello había estado defendiendo el
local del Consejo de Educación. Hasta
que ya fue imposible mantener las posi-
ciones.
Cuentan que resultaba pintoresco
ver al sacerdote vestido con su so-
tana, caminando al atardecer mien-
tras agitaba un pañuelo blanco, señal
de que se rendía.
A las 20 y cuando la lucha había decre-
cido en su intensidad, en medio de la
oscuridad entró a la ciudad el general
Jones con el 15 de Infantería. Dos to-
ques de clarín se escucharon, en medio
de la expectativa generalizada.
Jones pidió hablar con el jefe de los
revolucionarios, Correa Arce. Luego
entró a la Casa de Gobierno y pidió la
entrega de las armas. Aldo Cantoni y
sus seguidores fueron sacados con
custodia mientras los revolucionarios
festejaban.
Al día siguiente, Federico Cantoni fue
trasladado a Mendoza pues en San
Juan su vida corría serio peligro.
A propósito, se cuenta que uno de los
jefes revolucionarios quería que esa
noche lo mataran a Cantoni con una
inyección letal.
Juan Maurín se
opuso terminantemente y eso le
salvó la vida.
Treinta muertos e innumerables heri-
dos fue el saldo. La provincia fue inter-
venida una vez más y los
revolucionarios fueron detenidos hasta
que se sancionó la amnistía.
Los días siguientes
E
l general Juan Jones se instaló
en la Casa de Gobierno esa
misma noche.
Oscar Correa Arce, Juan Maurín, San-
tiago Graffigna y otros jefes revolucio-
narios pidieron hablar con él. También
lo hicieron los disidentes bloquistas,
Carlos Porto y Mulleady.
Jones fue muy claro:
—Quedan todos detenidos y serán
indagados por orden del Ministerio
del Interior.
El paso siguiente fue ordenar la de-
tención de los participantes en el
hecho, acusados de
“atentado en
banda”.
Los revolucionarios permanecieron
s
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revolución sAngrientA en sAn juAn
Al mando del Ing. Santiago Graffigna, la sede de la Comisaría 1ra. Fue tomada
por los revolucionarios luego de una breve lucha de sus defensores. Esta es-
taba ubicada cerca de la casa de Graffigna, en donde un fuego nutrido logró
reducir a las fuerzas policiales. (Foto publicada en el libro “Revoluciones y crí-
menes políticos en San Juan” de Juan Carlos Bataller)
La legislaturaes ata-
cada con bombas y
francotiradores.
(Foto: Cámara de Di-
putados. San Juan)
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