El Nuevo Diario - page 19

Un hombre mató a la
mujer con la que había
tenido un romance.
Aunque ambos estaban
casados, él nunca aceptó
terminar la relación. Un
día la esperó, le disparó
frente a la pequeña hija
de la víctima y después
se suicidó. A él lo velaron
en la Casa de Sarmiento.
Viernes 21 de abril de 2017
Una nota de
Pedro Morales
CRIMEN Y SUICIDIO EN LOS AÑOS 40
19
El exdiputado que
mató por amor
casos policiales
Esta nota fue publicada el viernes 16 de octubre
de 2009, en la edición 1411 de El Nuevo Diario,
como parte de una serie de notas policiales es-
critas por el destacado periodista fallecido.
L
a historia de Juan Carlos Sán-
chez y de María Elida Rocha
nunca salió en los diarios. Tal
vez porque ambos pertenecían
a familias muy conocidas del San Juan
de aquellos días posteriores al terre-
moto de 1944.
Los sanjuaninos, por aquel entonces
gobernados por don Ruperto Godoy, se
aprestaban a transitar los festejos de la
semana sarmientina. Era septiembre de
1947 y el gobierno había organizado
una serie de actos entre los que se
contaban los ya tradicionales homena-
jes a los padres del prócer y el desfile
escolar. Un hecho distintivo de la se-
mana sarmientina de aquel año fue la
inauguración de una estatua de doña
Paula en la plaza principal de Chimbas,
ya que se había comprobado muy re-
cientemente que la madre de Domingo
había nacido en ese departamento y no
en Marquesado como se suponía hasta
entonces.
Los comentarios posteriores del perio-
dismo sobre la fiesta de homenaje a
Sarmiento fueron muy elogiosos ese
año y sólo un periodista se animó a cri-
ticar un detalle: que nadie haya dado
explicaciones de por qué la casa del
prócer estuvo cerrada el 6 de septiem-
bre. La respuesta a esa pregunta la co-
nocieron pocas personas y tiene que
ver con el drama pasional que aquí se
cuenta.
Un amor clandestino
entre dos personas
casadas
Uno de los dos protagonistas del drama
se llamaba Juan Carlos Sánchez. Era
el jefe de una familia integrada por
cinco hijos, de los cuales la más pe-
queña tenía apenas seis meses cuando
ocurrió el episodio que aquí se cuenta.
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Sánchez tuvo una intensa vida política
en los años 30 y fue diputado por Albar-
dón en el tiempo que Pedro Valenzuela
era gobernador. Estaba emparentado a
través de su esposa con dos abogados
de apellidos Miscovich y con Juan Car-
los Olaguer Feliú, un doble apellido es-
pañol de alcurnia. Su señora, como
directora del Museo Casa Natal de Sar-
miento, ejercía un puesto que la ubi-
caba entre las damas destacadas de la
sociedad sanjuanina.
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La otra protagonista se llamaba María
Elida Rocha. Era docente de una es-
cuela de Albardón. De su familia el más
conocido era su hermano, don José L.
Rocha, el técnico que llegó a dirigir
radio Colón y que posibilitó la primera
transmisión después del terremoto de
1944 desde la plaza 25 de Mayo, a dos
horas de ocurrida la tragedia. A través
de sus hermanos, María Elida estaba
emparentada también con los Lloveras
y los Galoviche, dos apellidos todavía
muy arraigados en San Juan.
El final de una
relación que siempre
fue tormentosa
Ella era una joven y bella mujer y Juan
Carlos la conoció porque era novia de
un primo. Si bien se enamoraron, el ya
era casado, por lo que no pasó mucho
tiempo antes que comenzaran los pro-
blemas en la pareja.
En un tiempo en que estuvieron distan-
ciados, María Elida se casó con un
joven de apellido Cordón, con quien
tuvo una hija.
No se sabe muy bien cómo fue pero al
parecer Juan Carlos Sánchez y María
Elida Rocha reanudaron su relación
que no por eso dejó de ser tormentosa.
Al parecer, ella quería dejar de verse
con Sánchez pero él decía que estaba
enamorado. La seguía, la esperaba a
la salida de la escuela o cuando iba lle-
gando a su casa.
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El 5 de septiembre de 1947, al atarde-
cer, María Elida regresaba de trabajar y
de su mano traía a su pequeña hijita
que por entonces tendría dos años.
Otra vez Juan Carlos la estaba espe-
rando y volvieron los reproches sobre
por qué quería dejarlo si él la amaba.
Lo que no esperaba la mujer era que
intempestivamente el hombre extrajera
de entre sus ropas un revolver de caño
largo. Así, delante de la pequeña niña
que gritaba horrorizada, Juan Carlos
disparó. Después llevó el arma hacia
su pecho y disparó nuevamente.
Eso ocurrió en la vereda del club Pací-
fico, en la Villa del Carril. La escena era
impresionante. Una mujer muerta, una
niña que lloraba y un hombre de traje
tendido en el piso, todos cubierto de
sangre.
Ella murió en el acto y él agonizó un
tiempo más hasta fallecer cuando ya
eran las 20.30 de aquel día.
Dos velorios y un
pedido de silencio
Además de disponer las cosas para el
sepelio de ambas víctimas, hubo al pa-
recer llamados a los diarios para que
no se difunda la noticia. Tal vez por el
compromiso con don José L. Rocha y
con los Miscovich, la familia política de
Sánchez, ningún medio publicó la noti-
cia del crimen y suicidio ocurrido aquel
día.
El único indicio del trágico episodio fue
la publicación de dos avisos fúnebres
(uno en Tribuna y el otro en Diario de
Cuyo) y un llamativo comentario desli-
zado en la sección “Buenos días por
madrugador” de Tribuna. Esa columna
comentaba diariamente en tono infor-
mal los pormenores de hechos políticos
y sociales ocurridos en San Juan el
país y el mundo. Esta vez se criticaba
el hecho que en plena semana sar-
mientina la casa natal de Sarmiento
haya permanecido cerrada el 6 de sep-
tiembre por el velorio de un particular.
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El muerto que tuvo el honor de ser ve-
lado en una de las habitaciones del pri-
mer museo nacional argentino, era
Juan Carlos Sánchez. Su esposa diri-
gía y cuidaba el museo por lo que dis-
puso una de las habitaciones de la
casa para velar al ex diputado.
Por eso, la dirección que consta en el
aviso fúnebre publicado el 6 de sep-
tiembre de 1947 en Diario de Cuyo dice
“casa mortuoria: Sarmiento 223”, la nu-
meración que en aquella época tenía la
casa de doña Paula Albarracín de Sar-
miento.
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