Viernes 21 de abril de 2017
Escribe
Eduardo Quattropani*
temas de la justicia
s
9
COLUMNISTAS
algo de alguien
Malcriados
T
odo hoy nos dice que la vida
hay que vivirla, y ya. Disfru-
tar de todo lo que se pueda,
y ahora. No esforzarse para nada
o, a lo sumo un poquito. Estar có-
modos y, si se puede, al máximo.
Conseguir todo lo que uno quiera y,
si se puede, un poco más. Cual-
quier actividad que se encare debe
ser a gusto. Es decir que la vida
está obligada a complacernos en
todo. Es obvio que esta forma de
percibir las cosas nos la instala la
sociedad de consumo.
Desde pequeños ya vienen con el:
“comprame tal cosa; quiero tal otra;
me gusta aquello “; etc., etc. En
gran medida porque los padres ya
vienen con ese modus vivendi ins-
talado. Son varias generaciones
que entienden que lo mejor es
darse los gustos y no perder opor-
tunidad para estar cómodos y satis-
fechos... Más de una vez los
padres (en especial, las madres)
para que el niño no insista tanto
con lo que quiere, se lo provee cre-
yendo que así lo dejará tranquilo.
Lo noto porque soy de otra genera-
ción y con otra crianza. Hoy nadie
habla de esfuerzo, dedicación o
cosas parecidas. Hoy la vida nos
debe complacer todo. Si no es así,
hay que quejarse, protestar y exi-
gir.
Desde el gobierno que dilapida di-
nero en planes para no hacer
nada, hasta padres que por cómo-
dos no les enseñan a los hijos que
la vida no es así de fácil. Pocos
son los que les dicen que andar
equivale a tropezar; buscar solu-
ciones a los problemas; transpirar
y hacer las cosas necesarias para
los objetivos que se propongan.
Los nuevos creen que los cami-
nos son suavecitos y sin contra-
tiempos y, cuando surge alguno, no
saben qué hacer. No existe la for-
mación para el esfuerzo. Esto es
así a cualquier edad, porque hace
mucho que se malcría a la socie-
s
Vicepresidente Primero del
Consejo Federal de Política Cri-
minal de los Ministerios Públi-
cos de la República Argentina
Escribe
Gustavo Ruckschloss
dad,
Le protestamos al médico porque
nos manda remedios que no nos
gustan. ¿Vas al médico para que te
cure o a que te dé los gustos? El
maestro del nene no “nos gusta”.
Va a la escuela a aprender no a di-
vertirse. No me gusta el trabajar
para cobrar un sueldo. Vas a ga-
nártelo, no a una colonia de vaca-
ciones. No me gusta tener que
estudiar para progresar. Nadie
puede mejorar su porvenir si desde
ahora no le pone empeño...
Entre la incultura del trabajo por
parte de los demagogos y la
enorme incentivación comercial, se
termina creyendo que todo debe
ser fácil, lindo, suave y sin es-
fuerzo.
A mí, me enseñaron que la vida no
tiene la obligación de darme todos
los gustos. A mí me enseñaron
que lo que se quiera, se lo debe
ganar, desde tragar un remedio,
que no tiene por qué gustarnos,
hasta estudiar, que no tiene por
qué ser un entretenimiento.
Un proverbio chino dice que las
grandes almas tienen voluntades,
las débiles, tan solo deseos.
Decía, antes que ahora, que re-
sulta ser una misión, casi, im-
posible, el trasladar instituciones,
comportamientos, conductas, y
hasta sistemas desde una cultura a
otra absolutamente distinta; lo sos-
tengo.
Vuelvo –hoy- sobre el tema
montado sobre el hecho de los
llamados escraches presidenciales
–en verdad, dicho mas global-
mente, sobre el ejercicio de cual-
quier tipo de violencia sobre las
figuras presidenciales- debiéndose
entender que la reflexión de fondo
resulta ser válida para todo gober-
nante.
Para exponer descarnada-
mente el actuar de culturas di-
ferentes, me permito invitar a posar
la mirada sobre, por ejemplo, Esta-
dos Unidos de América, para verifi-
car que Abraham Lincoln tiene su
monumento en el National Mall,
Washington D.C.; Thomas Jeffer-
son en el West Potomac Park,
Washington D.C.; George Washing-
ton en el National Mall, Washington
D.C.; y a John Fitzgerald Kennedy
se lo recuerda con un monumento
en Dallas, Texas; pudiéndose com-
probar en el corazón de Washing-
ton D.C. un edificio federal con el
nombre del ex presidente Ronald
Reagan.
Dicho con toda certeza, los ex
presidentes norteamericanos
han sido exportados como líderes
mundiales, como paradigmas de
Occidente.
Volvamos ahora sobre nuestro
país, sobre nuestra cultura,
Perón, Irigoyen, no logran “des-
cansar en paz”, ni en el reconoci-
miento de sus virtudes ni en la
cuantificación de sus errores; todo
es extremo, todo es fanatismo, irra-
cionalidad.
Verifiquemos la situación de
nuestros presidentes y de los
ex presidentes, escraches para
Macri (gato incluido), insultos y
descalificaciones para Cristina,
pretendida cárcel para Menem,
burla para De la Rúa, ostracismo
político para Duhalde, respeto tar-
dío para Alfonsín, todo es destruc-
ción e irrespeto.
Para peor, de ordinario, son
ellos mismos los que desacre-
ditan al otro desde la base de sus-
tentación, como ignorando que, en
definitiva, ayudan a preparar su
propia hoguera.
Constituye deporte nacional –
en general- no dejar nada de
pie, vida o muerte, bueno o malo,
virtudes o defectos, no existe el
equilibrio, la racionalidad.
Los países que se desarrollan
y progresan, son los que reco-
nocen una cultura distinta a la
nuestra, son los que se dan la
oportunidad de practicar la toleran-
cia, de hacer prevalecer el sentido
común y las estrategias a largo
plazo, los que respetan y hacen
respetar a sus hombres públicos,
sin inventar historias, sin descono-
cer méritos y desméritos.
Sobre el desprecio y las desca-
lificaciones solo crece el atraso
y las frustraciones, eso vivimos.
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Escraches