Viernes 29 de julio de 2016
Escribe
Eduardo Quattropani*
temas de la justicia
Y si cada cual atiende su juego
Cierto
es que, en estricto, hoy
no resultaría razonable, desde
lo conceptual, el sostener que “los
jueces solo hablan por sus senten-
cias”, ello aparece como evidente.
Cierto
es, también, que como
contraposición a ello no resulta
válido que los jueces se conviertan
en “opinólogos” de las causas judi-
ciales que ante ellos tramitan o,
para peor, que elaboren en público
hipótesis de futuro.
Cierto
es que cuando
“los jue-
ces trabajen de jueces”
, tanto
en el fuero federal como en la juris-
dicción provincial (tal pasa en la in-
mensa mayoría del país y del
mundo), la flexibilización de aquel
concepto: “que los jueces hablan
por sus sentencias”, encontrará su
justo medio, ello pues en causa pe-
nales, por ejemplo, no elaborarán
hipótesis de investigación ni de per-
secución penal. Así debe ser.
Cierto es que todo desborde, en
el campo que se dé, casi nunca
es aconsejable mucho menos, así
lo creo, en el ámbito de los Poderes
Judiciales siempre necesitados de
un recato lejano, claro está, a lo sa-
cramental.
Cierto es que, en materia penal,
cuando el sistema federal y el
sistema sanjuanino se ordenen,
quienes deberán dar explicaciones
a la sociedad serán los fiscales,
ellos, por decirlo en términos de-
portivos, serán quienes elaboren
hipótesis y practiquen acciones in-
vestigativas, serán entonces los
jueces
haciendo
de jueces quie-
nes garanticen derechos, quienes
estén por “encima de las partes”.
Será ese el momento en que se
encuentre el justo medio del que
hablamos, que ponderamos, desde
siempre, como virtud.
Bueno es que nos preguntemos
la razón por la que no se cono-
cen ni se exponen demasiados jue-
ces de Buenos Aires, Córdoba,
Santa Fe, Chaco, Chubut, Men-
doza, etc., etc., la respuesta es
sencilla, porque
trabajan de jue-
ces y no de fiscales. ¿Clarito?
Cierto es que entre nosotros to-
davía hay de aquellos que
creen que el atraso es una virtud,
son ellos parte de una generación
que resiste el cambio y en ocasio-
nes, lamentablemente, son jóvenes
integrantes de pequeños grupos
“adoradores” de las “Sociedades
de los Poetas Muertos” o acostum-
brados a los privilegios lejanos a
las necesidades de la gente.
Todo se ordena si se hace caso
al viejo cantito infantil del Antón
Pirulero “… cada cual atiende su
juego”, dicho así para los que tie-
nen alguna dificultad de compren-
der lo que viene.
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COLUMNISTAS
algo de alguien
¿Otro cuento?
Esto iba a ser publicado para el 10
de diciembre pasado. Habiendo
pasado un tiempo, lo pongo como
un recuerdo de aquellas esperan-
zas, de aquellas ilusiones.
L
a literatura no es mi fuerte
pero imaginar relaciones in-
sólitas, sí. Me puse a actua-
lizar mis conocimientos sobre la
Cenicienta y aprendí que hay cien-
tos de versiones, de historias simi-
lares adaptadas a cada época y a
cada lugar pero que, en esencia,
tienen igual significado.
Hay cuentos de la antigüedad que
se conocen con algunas variacio-
nes más o menos sabidas. Desde
la doncella lavando la ropa en los
ríos de oriente hasta la sirvienta en
castillos del medioevo, no faltan los
malos muy malos y los buenos
que, casi siempre, llegan sobre la
hora, justito para salvar el buen
final feliz. En todos los casos,
siempre hay una malvada madras-
tra que se encarga de estropearle
la vida a la intérprete y a todos
hasta el último momento.
Nada me impide, entonces, imagi-
nar una versión local de esa histo-
ria, adaptada a las circunstancias.
Por ejemplo, como ahora se usa
cambiar un sexo por otro, pro-
pongo un Ceniciento. Puede ser
rubión y de ojos celestes, no moro-
cho como los otros hermanastros.
Tampoco habrá una calabaza es-
perando, pero puede ser un desca-
potable y granaderos. Eso sí, se
s
Vicepresidente Primero del
Consejo Federal de Política Cri-
minal de los Ministerios Públi-
cos de la República Argentina
Escribe
Gustavo Ruckschloss
mantendrá el horario crucial: a par-
tir de la medianoche, ocurrirá tal
cosa y dejará de ocurrir tal otra.
Mientras algún hado madrino
aguantará hasta que el rubiecito le
jure amor a su amada, la patria.
Aquí no existe un zapatito de cris-
tal, pero sí hay un bastón presiden-
cial que va y viene buscando
dónde esperar esos ojos azules
que lo tendrán para sí, junto a él
para siempre. O por cuatro años.
La carroza de cristal era muy cara
y se debió reemplazar por algo de
menor presupuesto.
La historia de ellos dos (el rubio y
la República) ahí termina....o em-
pieza. Falta saber si el final feliz
se nos extenderá a todos nosotros,
los plebeyos o si será, simple-
mente...... otro cuento.