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Viernes 29 de julio de 2016
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EL SECUESTRO DE MACRI
Con Macri terminó una banda
con muchos secuestros
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Subcomisario Juan Carlos Bayarri. Fue condenado y 13 años más tarde lo dejaron
libre y debieron indemnizarlo porque argumentó que lo habían torturado.
En 1985 el empresario Osvaldo Sivak fue víc-
tima de un segundo secuestro a manos de la lla-
mada "Banda de los comisarios" y fue
encontrado muerto dos años después.
La tapa de Gente de
noviembre de
1991,muestra al comi-
sario y secuestrador
Juan Carlos Arza pro-
tegiendo al entonces
presidente Raúl Al-
fonsín
Desbaratan la banda
Dos meses después, y merced a una in-
vestigación realizada por la División De-
fraudaciones y Estafas de la Policía
Federal, fue desbaratada la banda de los
comisarios y se halló parte del dinero pa-
gado por el rescate,
unos 2.400.000 dóla-
res.
Franco Macri había ordenado que se mi-
crofilmaran los billetes antes de entregár-
selos a los secuestradores, por si se
recuperaban.
Entre todas las diligencias y operativos re-
alizados por la policía para capturar a los
secuestradores se allanó una vivienda si-
tuada en la esquina de Constitución y La
Rioja.
Allí, convocado por los investigadores para
ver si reconocía algunos de los elementos
secuestrados en la casa que pertenecía a
uno de los secuestradores, Mauricio Macri
halló el televisor y vio nuevamente el ataúd
en el que lo habían metido segundos des-
pués de haberlo secuestrado.
Con su caso, la Justicia encontró a los res-
ponsables de una saga de secuestros ex-
torsivos que se habían disparado durante
la dictadura. Los responsables pasaron a
la historia como “
La Banda de los comi-
sarios”
. Entre ellos había un suboficial del
Ejército, un ex comisario y uno de los con-
denados por el caso Sivak.
Grupos de tareas
En aquel momento, el secuestro de Macri
se leyó con clave política. La banda ponía
al descubierto algunas de las mutaciones
de los grupos de tareas de los años de
plomo y las derivaciones de una mano de
obra supuestamente desocupada.
Mauricio estuvo doce días encerrado en un
sótano de la avenida Garay 2882, en
Boedo,
a treinta metros de profundidad
.
Como muchos años después le sucedería
a Antonio Echarri, durante su cautiverio es-
tuvo acompañado por una sola presencia
constante y solitaria: un televisor, en su
caso blanco y negro de 14 pulgadas, que
le iba acercando intermitentemente los mo-
vimientos de su familia, las negociaciones
y probablemente las conjeturas que se
iban tejiendo desde el poder político.
El rescate finalmente fue gestionado con
los secuestradores directamente por don
Franco, once días después de la desapari-
ción
. “El 2 de septiembre a las nueve de
la noche, el señor Franco Macri me co-
municó que había llegado el momento”
,
le diría tiempo después a la Justicia Ro-
berto Osvaldo Pascual, el chofer de Mauri-
cio que formó parte de la comisión que
entregaría el dinero. Junto a él fue también
Nicolás Martín Caputo
, uno de los ami-
gos personales del empresario.
En unos pocos meses, la Justicia logró en-
contrar las primeras piezas de lo que sería
la conexión policial con el secuestro, y el
comienzo de un escándalo. El juez Nerio
Bonifati, a cargo de la instrucción del caso,
consiguió a través de distintas fuentes,
entre ellas anónimos y policías arrepenti-
dos, los nombres de un dúo clave de una
banda que a partir de allí comenzó a des-
moronarse como un castillo de naipes.
M
acri se convirtió en el último gran
caso de la banda de los ex comisa-
rios.
El grupo, o una parte de la estructura, estaba
activa y operaba como tal al menos desde
1978, cuando secuestraron a
Karina Wer-
thein
, una adolescente de 15 años, sobrina de
quien por entonces estaba al frente del Banco
Mercantil. Su familia pagó 500 mil dólares por
el rescate y su cautiverio se mantuvo durante
seis meses.
Un año después, la banda secuestró en
pleno centro a un empresario joyero.
Ro-
berto Apstein
pasó varios días con los se-
cuestradores mientras su familia negociaba
los 2 millones de dólares que pedían para libe-
rarlo. El dinero exigido pasó de 2 millones a
medio millón en unas semanas. Apstein es-
tuvo casi 4 meses secuestrado y finalmente
fue liberado.
A los dos años del primer secuestro, el 19 de
noviembre de 1980, aún bajo los años duros
de la dictadura, la banda volvió a la escena.
Esta vez para llevarse a
Julio Ducdoc
, un
empresario hotelero que jamás apareció con
vida.
La banda siguió activa durante los primeros
años de democracia. En el ’84 organizaron
un falso operativo para secuestrar a
Sergio
Meller
, un empresario textil de Valentín Alsina.
El 6 de noviembre, un Falcón verde interceptó
su auto. Pidieron tres millones de dólares para
liberarlo, pero la familia pagó un millón más de
“multa” porque, según los negociadores, el
caso había tomado demasiada trascendencia
pública.
Los secuestradores
Uno era el del suboficial Juan Carlos Bayarri,
apodado “El Pelado”, y el otro el de su colega
Carlos Benítez. Los dos nombres aparecieron
en una esquela en el despacho de Bonifati:
“En el secuestro de Macri
–decía la nota–
tienen algo que ver el Pelado Bayarri y Car-
los Benítez”.
Antes del mes, El Pelado Bayarri y Benítez
estaban detenidos. En poco tiempo, sucedería
lo mismo con los otros cinco miembros de la
banda. En el juicio oral que se llevó adelante
en agosto de 2001 se conoció cada una de las
actividades que cumplían dentro de la organi-
zación.
l
El subcomisario de la Federal José
Ahmed, alias El Turco
, condenado por el se-
cuestro de Sivak en 1989. Durante el juicio
por el caso Macri, el juez federal Rodolfo Ca-
nicoba Corral lo consideró el hombre fuerte de
la banda. Organizaba y planificaba los hechos
que se cometieran, elegía a la víctima y asig-
naba los roles a sus compañeros. Planeó tam-
bién el secuestro de Macri, lo hizo reunido en
una mesa del bar Politeama junto a Bayarri y
su hermano Camilo, ahora suicidado.
l
Suboficial Juan Carlos Bayarri y Miguel
Angel Ramírez, alias “El Jopo”;
se ocupa-
ban del secuestro, cobrar el rescate y liberar
al secuestrado. Para el caso Macri, Bayarri
estuvo a cargo del diseño de la puesta en es-
cena. Consiguió un micro escolar para ponerlo
en el playón de ATC, frente a la casa del em-
presario, una estructura que les servía de
base de operaciones. Bayarri y Ramírez fue-
ron condenados a prisión perpetua. La Justi-
cia les dio parte en la desaparición de un
empresario hotelero secuestrado en 1980.
l
El comerciante Ramón Oscar Avabe-
rarla;
se encargaba de los cuidados del se-
cuestrado. Fue condenado a 15 años de
prisión.
l
El suboficial del Ejército Héctor Ferrer y
el excomisario mayor Raúl González;
die-
ron el apoyo logístico en el caso de Macri. Fe-
rrer consiguió el departamento y González
monitoreó desde adentro de la Federal los
movimientos de los investigadores. Ambos
fueron condenados a 5 años de prisión.
l
El exsubcomisario Alfredo Hugo Vidal,
alias Poroto;
es otro de los involucrados en el
secuestro de Sivak, estuvo prófugo durante
una década y fue detenido el 11 de mayo de
2001, poco antes del juicio oral.
Juan Carlos y Juan José Bayarri pasaron 13
años detenidos. Como parte de “La Banda de
los comisarios”, padre e hijo fueron condena-
dos por mantener cautivo al actual presidente
durante doce días en el año 1991.
El exsargento Bayarri permaneció detenido
hasta que la Justicia determinó que había
confesado bajo torturas, anuló la condena en
su contra y dispuso investigar a sus presuntos
torturadores. En 2008, la Corte Interamericana
de Derechos Humanos resolvió que el Estado
argentino indemnice con 297 mil dólares a
Juan Carlos Bayarri (hijo) por daños y prejui-
cios, por ser torturado durante la investigación
del hecho.
Los secuestradores
que fueron torturados
Una nota del periodista Daniel Santoro en Cla-
rín arroja otros detalles sobre el caso.
Explica Santoro que entre los secuestros que
se probaron que la banda perpetró entre 1978
(Karina Werthein) y 1991 (Mauricio Macri) a
partir de cuya investigación fue parcialmente
desarticulada, está el del joyero Roberto Aps-
tein (julio de 1979), liberado luego de cuatro
meses de cautiverio a cambio de un rescate
de aproximadamente medio millón de dólares.
Lo más siniestro de este caso es que el pago
del rescate lo hace otro policía
“amigo”
de la
familia del secuestrado, el cual se ofrece
“va-
liente y desinteresadamente”
para la tarea:
era el c
omisario Samuel Miara
, a la sazón in-
tegrante de la banda, procesado y detenido
años después por la apropiación de los melli-
zos Reggiardo Tolosa.
El raid continuó con el empresario hotelero
Julio Ducdoc (noviembre de 1980), asesinado
a pesar de que nueve meses después su fami-
lia pagó un millón y medio de dólares. Su
cuerpo fue incinerado por Miara con 20 litros
de nafta y 20 de gas oil.
El industrial textil Sergio Meller (noviembre de
1984), fue el siguiente. El mismo fue liberado
después de cuatro meses y el pago de 4 millo-
nes de dólares.
Lo que ocurrió con este empresario puede que
le haya salvado la vida a Mauricio Macri,
según fuentes policiales. Ocurre que el pozo
de 3 metros por 2,20 en el que fue encerrado,
con un pequeño orificio desde el cual fue des-
cendido, comenzó a inundarse a raíz de una
fuerte lluvia. El encargado de vigilarlo no lo es-
cuchaba y el secuestrado, desesperado, ter-
minó respirando casi tapado por el agua,
subido a una mesa, con su cabeza tocando el
techo, hasta que los secuestradores advirtie-
ron lo que ocurría.
Al pozo –el mismo que luego ocuparía Mauri-
cio Macri– le colocaron una bomba de achique
y de esa forma el hoy presidente no tuvo que
pasar por un trance igual.
El banquero (Banco Francés) y empresario
(del Grupo Alpargatas) Rodolfo Clutterbuck (en
octubre de 1988) fueron otro de los casos per-
petrados por la banda, y cuyo cuerpo aún no
ha aparecido.
No obstante, ya en el momento de la libera-
ción de Macri, fuentes de la pesquisa supo-
nían que los secuestros extorsivos de la banda
habían sido aproximadamente el doble de los
denunciados y confesados y, por cierto, el de
Clutterbuck recién se le adjudicó a “La Banda
de los comisarios” 13 años después de come-
tido a raíz del peritaje llevado a cabo sobre las
máquinas de escribir secuestradas en la causa
del secuestro de Macri, habiéndose demos-
trado que las notas con instrucciones de los
secuestradores salieron de aquellas.
El hermano del asesinado Osvaldo Sivak,
Jorge, removió cielo y tierra en su propósito de
esclarecer las circunstancias de su secuestro
y asesinato antes de suicidarse, a fines de
1990. El caso de esta célebre “Banda de los
comisarios” fue investigado por numerosos
periodistas, entre ellos Rogelio García Lupo,
Carlos Juvenal, Daniel Frescó, quien publicó
“Secuestros SA” y muchos otros.
El récord delictivo de esta banda quedó en in-
vestigaciones separadas, trabas y chicanas
judiciales, condenas leves para algunos, que
culminaron en una serie de beneficios que les
permitió pocos años después de los hechos
recuperar la libertad hasta el día de la fecha.
Mientras sus víctimas, como ocurrió en el
“Clan” Puccio, siguen sufriendo las secue-
las de sus terribles actos.
Los policías secuestradores fueron descubier-
tos y detenidos por otros miembros de la Poli-
cía Federal. Posteriormente,
dos de ellos
denunciaron haber sido torturados y con-
siguieron un fallo a favor de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH).
El suboficial Bayarri, integrante de la “fuerza
de tareas” de Coordinación Federal durante el
gobierno militar, citado por la CONADEP, y
uno de los integrantes del grupo que “levantó”
físicamente a Macri,
se hizo amigo en la cár-
cel de los hermanos Schoklender y, des-
pués, trabajó algún tiempo con el mayor de
ellos en la Fundación Madres de Plaza de
Mayo de Hebe de Bonafini.
Ahora, un cuarto de siglo después, los poli-
cías que capturaron a la banda de los comisa-
rios
pueden ser condenados por la
denuncia de los secuestradores a partir del
fallo que se espera de la Cámara Nacional
de Casación Penal.
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El 16 de octubre de 1988, Rodolfo Clutterbuck
fue secuestrado por un grupo comando. Nunca
más se supo de él y durante años la familia pu-
blicó solicitadas ofreciendo dinero a quien apor-
tara datos.