El Nuevo Diario - page 13

Viernes 29 de julio de 2016
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la familia a la Banda de loS comiSarioS
La caja. Así llamaban los se-
cuestradores a este sitio, donde tu-
vieron secuestrado al ahora
presidente.
6 de septiembre de
1991. Mauricio
Macri, flanqueado
por su padre,
Franco, y el en-
tonces ministro del
Interior, José Luis
Manzano, el día de
su liberación.
El agujero por el que pasaban la
comida a Macri.
piso de madera. Esto limitaba los movi-
mientos de Macri. Para que no intentara
escapar, los secuestradores fijaron la ca-
dena con un tornillo apretado y rema-
chado.
Además, en el cuarto había una alfom-
bra de tipo persa en el piso, dos luces
empotradas en la pared con los cables a
la vista, un televisor en el que pudo ver
los cinco canales de la Capital Federal -
aunque dijo que el Canal 2 tenía mejor
imagen-, un catre con dos sábanas, una
pileta empotrada en la pared, una mesa
y una silla.
El cautiverio
Macri pasó allí doce días de cautiverio.
El empresario Sergio Meller, secuestrado
por la misma banda, vivió cuatro meses
en “la caja”, hasta que su familia
pagó
los 4.000.000 de dólares
que la organi-
zación delictiva pedía para liberarlo sano
y salvo.
Según relató al diario La Nación un vete-
rano investigador policial que participó
del caso, Meller tuvo que subirse a una
silla, primero, y a la mesa después,
cuando el sótano en el que estaba cau-
tivo se inundó a raíz de la tormenta que
azotó a la ciudad de Buenos Aires en
enero de 1985.
Aunque Mauricio Macri no se lo dijo al
juez ni lo admitió públicamente jamás, en
la causa judicial consta que sus secues-
tradores
lo sometieron a torturas psi-
cológicas y que, incluso, lo
interrogaron.
En sus días de cautiverio, Macri comió el
alimento que los delincuentes le alcanza-
ban en una bolsa de nylon, a través de
un tubo especialmente ubicado en el
techo de la habitación. Siempre se tra-
taba de comida comprada en alguna roti-
sería de la zona adyacente a la esquina
de Garay y Chiclana, en el barrio de Par-
que de los Patricios.
Según consta en la causa, el empresario
vivió con incertidumbre esos días, entre
las amenazas de que lo iban a matar y
los intentos por escuchar, a través del
tubo en el techo, qué decían sus secues-
tradores.
Los pedidos a Franco,
el padre
Durante ese tiempo, Macri estuvo en-
fermo y tuvieron que darle antibióticos.
Además, los secuestradores le encarga-
ron que grabara los mensajes para ne-
gociar con su padre, Franco, el pago del
rescate.
Fuentes de la investigación aseguraron
que durante las negociaciones entre los
secuestradores y el padre de Mauricio la
única voz que se escuchó fue la de la
víctima. Los delincuentes redactaron sus
exigencias en una carta que luego hicie-
ron grabar a la víctima.
“Habla Mauricio Macri, con mi padre
por favor...”
La frase se repetía una y
otra vez hasta que Franco Macri contes-
taba. Del otro lado de la línea, uno de los
secuestradores manejaba el radiograba-
dor y sólo asentía o rechazaba la pro-
puesta del hombre de negocios.
Pelea en el
seno de la banda
Según consta en la causa, hubo un mo-
mento en el que los secuestradores se
pusieron nerviosos y estuvieron a punto
de cortar las comunicaciones con la fa-
milia Macri.
Fue al sexto día del secuestro cuando la
presión de tener a toda la policía encima
y la conmoción que se generó cuando el
hecho tomó estado público causó una
serie de enfrentamientos entre los inte-
grantes de la banda. Por un lado, esta-
ban aquellos que querían liberar a Macri
sin esperar el rescate; por otro, los más
duros del grupo, que querían el dinero a
toda costa.
Después de tanta incertidumbre, el 5 de
septiembre, a las 21.30, abrieron la
puerta del lugar de cautiverio. Ingresó
uno de los delincuentes, le vendó los
ojos a Macri, le sacó la cadena y le en-
tregó un jogging para que se vistiera.
Lo obligaron a meterse dentro del baúl
de un automóvil, el que luego de 45 mi-
nutos detuvo la marcha; el secuestrador
con el que tuvo más diálogo -al que co-
noció como Mario- lo ayudó a bajar del
baúl del Dodge 1500. Se saludaron y el
delincuente le entregó plata para el taxi y
algunos cospeles de teléfono.
El secuestrador le dijo que se mordiera
las ataduras de las manos, que así se
desprenderían, y que luego de diez mi-
nutos se quitara la venda de los ojos.
Macri se quedó sentado en un cordón
mientras el vehículo con los secuestra-
dores partía.
Estaba a pocas cuadras de la cancha
del Deportivo Español, en un descam-
pado situado cerca del cruce de Delle-
piane y la autopista Riccheri. Los
secuestradores le pidieron que dijera
que lo habían abandonado en Lomas de
Zamora.
Entonces, Macri caminó hasta donde
había luces y tomó un taxi hasta la casa
de una amiga, situada en Florida y Para-
guay. Eran las 2 del 5 de septiembre de
1991 cuando llegó.
Dos días antes,
su padre había pagado
los U$S 6.000.000 por su liberación
,
tal como había pactado con los secues-
tradores.
Franco Macri estuvo 48
horas sin saber de su hijo a pesar de
haber pagado el rescate.
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Una vez que estuvo
inmovilizado dentro
del cajón, dos de
los delincuentes
cerraron el ataúd y
se sentaron sobre
la tapa, mientras
el tercero puso
en marcha la
camioneta.
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