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Viernes 23 de septiembre de 2016
H
ay un detalle internacio-
nalmente conocido acerca
del pueblo esquimal. La
creencia de que los varones ofre-
cerán los servicios sexuales de
sus esposas a cualquier visitante.
Es cierto que los hombres es-
quimales intercambian esposas
en ocasiones, pero no ofrecen
ese privilegio a cualquiera.
El
préstamo de esposas a perfectos
extraños, ocurrido de vez en
cuando en algunos lugares, nunca
fue la costumbre generalizada.
Fue practicado este ritual, en una
forma u otra, en todas las regiones
donde vivían los esquimales, de
Groenlandia oriental hasta el mar
de Bering. Este tipo de intercambio
de pareja siempre estuvo asociado
con una finalidad religiosa, y se re-
alizaba siempre a instancias de un
angekok (chamán). A menudo, la
causa original del intercambio era
una especie de sacrificio ritual en
aras de obtener algún resultado
deseado, como mejores condicio-
nes climáticas o de caza.
Se reunían un número de parejas
casadas y esperaban a que el an-
gekok se contactara con los espíri-
tus, entonces se intercambiaban
parejas al azar. La idea, parece
ser, era que los espíritus estarían
más dispuestos a cooperar si se
hacía de esa manera.
El co-matrimonio
S
e podían encontrar rastros
de este en casi todas las
zonas habitadas por los es-
quimales. El co-matrimonio no era
un episodio aislado en la vida de
un esquimal, usualmente se con-
vertía en un convenio de por vida
entre dos familias. Además de los
motivos obvios y tentadores de
tener relaciones sexuales con una
nueva pareja,
el propósito era
fortalecer la cohesión econó-
mica y los lazos de amistad
entre las dos familias,
que po-
drían desarrollar una interdepen-
dencia en tiempos de necesidad.
Cada matrimonio mantenía su pro-
Fuentes:
Wikipedia
l
El rincón del Vago
l
Taringa
l
diarios El Pais de Madrid y El mundo de España
l
Los secretos del mar, de Cousteau.
l
La Tierra y Sus Recursos de Levi Morrero
¿Es cierto que ofrecen a sus esposas?
pia casa. Cada cierto tiempo, uno
de los hombres se instalaba en la
casa de la otra pareja y asumía las
responsabilidades del otro, junto
con sus derechos y privilegios.
El
intercambio duraba alrededor
una semana, y después de eso,
cada marido volvía a su casa ori-
ginal hasta que el intercambio
se repetía algunos meses des-
pués.
Las parejas participantes
pactaban estos acuerdos con una
familia únicamente o con varias,
ampliando así lazos y periplos.
La esposa
de préstamo
E
l marido prestaba a su es-
posa sin recibir otra a cam-
bio. La concepción popular
es que era una cuestión de hospi-
talidad común ofrecer este servicio
a cualquier hombre que viajaba sin
su esposa,
pero esto no es co-
rrecto, ni siquiera aproximado.
Si un invitado pedía prestada una
esposa, las normas de la hospitali-
dad de la sociedad esquimal difi-
cultaban que se pudiera rechazar
la propuesta, máxime cuando el
anfitrión poseyera más de una es-
posa; sin embargo, si a un viajero
se le había ofrecido la mujer de su
anfitrión, quedaba implícito que
cuando este se convirtiera en
huésped del primero, tendría ac-
ceso a la esposa del anfitrión en
ese momento.
A veces una mujer soltera, por
lo general una viuda, se ofrecía
voluntariamente a un viajero.
Las personas solteras de ambos
sexos tenían una libertad sexual
considerable, y nadie los moles-
taba por el ejercicio de esa liber-
tad.
Cuando un hombre viajaba fuera
de su casa, llevaba con él a su es-
posa en prevención de posibles in-
fidelidades, pero si por alguna
razón la mujer no podía acompa-
ñarlo,
el esposo la dejaba en
custodia de un amigo de con-
fianza que tendría sexo autori-
zado con la misma.
Autorización
masculina, eso sí, aun cuando pa-
rece ser que ellas aceptaban de
buen grado un compañero ocasio-
nal durante la ausencia del es-
poso.
De hecho, si las esposas queda-
ban solas, los maridos corrían el
riesgo no sólo de que cualquier
otro hombre pudiera tratar de dor-
mir con ellas, sino que uno de ellos
se casase con ellas
(el rapto de
una de las mujeres solteras o
casadas era una forma común
de obtener una esposa).
l
Sin embargo, su mayor amenaza es
el descubrimiento de que debajo del
hielo que habitan se esconden vastos
yacimientos de petróleo y gas natural.
El hecho de que no tengan una organi-
zación nacional y su carácter abierto y
afable les sitúan en una posición des-
ventajosa que hace peligrar su forma de
vida.
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Los esquimales, pobladores de la re-
gión ártica de América del Norte en las
costas de Alaska, islas Aleutianas, costa
norte de Canadá, archipiélago Ártico,
costas oriental y noroccidental
de Groenlandia y costas del norte de Si-
beria, tienen un origen muy discutido.
Sus rasgos mongoloides indicarían su
origen asiático, pero, si bien son de
complexión fuerte, de cara ancha, apla-
nada y algunos grupos presentan el ca-
racterístico plegue mongólico,
generalmente son dolicocéfalos.
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Se afirma que hace por lo menos
cuatro mil años o más los esquimales
cruzaron el Estrecho de Bering desde
las tierras frías de Siberia, se adentra-
ron en Alaska y de allí pasaron a Groen-
landia y Canadá.
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Corrobora esta teoría el hecho de
que el perro esquimal procede del no-
roeste de Asia y se adaptó perfecta-
mente a las rigurosas condiciones de la
zona circumpolar.
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Hay quienes piensan que los esqui-
males son de origen europeo porque su
cultura coincidiría con algunas europeas
de la última etapa del paleolítico, unos
10.000 años a.C. También, algún inves-
tigador sostiene la creencia de que se
trata de una raza propiamente ameri-
cana distinta, mezclada con los mongo-
les. Se ha señalado como centro de
dispersión de las tribus actuales, el inte-
rior de Alaska o los territorios cercanos
a la bahía de Hudson. Según la primera
hipótesis, la invasión de los indígenas
norteamericanos les obligó a dirigirse
más hacia el norte y establecerse a lo
largo de la costa