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Viernes 23 de septiembre de 2016
L
o que vino después de la frus-
trada experiencia fue tanto o
más duro que lo de Tucunuco.
a mayoría de los colonos volvió a sus
lugares de origen. Solo dos familias
decidieron quedarse en San Juan.
Beatriz de Navarro, quien con su es-
poso Jorge se quedaron a vivir en San
José de Jáchal, y Osvaldo Zanni,
quien con Leonor y los cuatro hijos
que tenían entonces, se radicaron en
San Juan. Osvaldo Zanni cuenta qué
pasó desde entonces.
—¿Qué hizo cuando se radicó en
San Juan?
— Estuve trabajando en distintos luga-
res y en tareas de baja remuneración.
No era fácil conseguir trabajo; cuando
se enteraban que era un colono de Tu-
cunuco de inmediato me decían que
me diera una vueltita más adelante.
Todos vivían atemorizados por los mili-
tares y no querían involucrarse con
personas que habíamos sido tildados
de extremistas por los diarios locales.
Un abogado, hermano de un ex funcio-
nario del gobierno, que conocía nues-
tra historia de haberla escuchado por
radio cuando comenzó y también por
su hermano, se compadeció de nues-
tra situación y se ofreció a llevar un jui-
cio contra el Estado provincial sin que
tuviéramos que poner un centavo, ha-
ciéndose cargo de todos los gastos. Li-
tigamos por unos 15 años, mientras
nosotros teníamos muchas pruebas
del incumplimiento del contrato por
parte del Estado provincial, el gobierno
no presentó ninguna prueba contra no-
sotros. No obstante perdimos en todas
las instancias, victimas de fallos injus-
tos y risibles.
—¿Cómo quedaron los Zanni des-
pués de todo lo que pasaron?
—Lo que ocurrió en la Justicia nos
afectó mucho. Los Zanni estábamos
de pie, en los largos años de lucha y
adversidad habíamos crecido espiri-
tualmente y fortalecido los vínculos fa-
miliares y de algún modo desarrollado
defensas. Trabajando por un sueldo
magro en el mercado concentrador de
frutas y verduras, alimentándonos de
las frutas y verduras que no estaban
en condiciones de ser comercializa-
das..., asistimos a un curso de carpin-
tería con mi hijo Francisco y
comenzamos a realizar nuestros pri-
meros trabajos. Eran unos tableros
rectos que se usaban para ordenar las
frutas. Poco a poco fuimos progre-
sando. Me empleé como ayudante en
distintas carpinterías donde pude pulir
mi nuevo oficio pero, con una familia
de cinco hijos, el dinero no alcanzaba.
Trabajaba 10 ó 12 horas por día y solo
comíamos una vez por día. Era tiempo
de tomar algunas determinaciones.
—¿Ahí fue cuando emprendió cosas
por cuenta propia?
— Así fue. Comencé a tomar trabajos
por mi cuenta, alquilando herramientas
para realizarlos, pude ahorrar un poco
y, gracias a un adelanto que recibí por
un trabajo, pude comprar la primera
máquina de carpintería. Viaje a Bue-
nos Aires para adquirirla y lo hice en
un camión de transporte, para aho-
rrarme el gasto del pasaje. Como era
la apoca de la hiperinflación mi dinero
se disminuía minuto a minuto durante
las 24 horas que demoró el viaje pero
me alcanzó para adquirir una combi-
nada que cumplía 7 funciones diferen-
tes en la industrialización de la
madera. Al regreso, un grupo de ami-
gos me ayudó a construir un reparo de
cañas y barro que sería la base de
operaciones de la actual empresa,
“Zanni Amoblamientos”.
Rodean a Osvaldo
y Leonor, hijos y
nietos. Marcelo, su
esposa Silvia Ruiz
y los hijos de la
pareja Víctor, An-
drea, Emilio y Enri-
que. Virginia,
casada con Alejan-
dro Cifuentes y
sus hijos Marcelo,
Gabriel, Camila y
Alejandro. Fran-
cisco, casado con
Verónica Morales y
sus hijos Federico,
Nicolás, Santiago,
Laura, Julieta y
Carolina. Mauricio
está casado con
Laura Sosa y sus
hijos, Lucrecia e
Isabella.
Los Zanni estábamos de pie, en los
largos años de lucha y adversidad
habíamos crecido espiritualmente y
fortalecido los vínculos familiares y de
algún modo desarrollado defensas.
LO QUE PASÓ DESPUÉS QUE
ABANDONARON TUCUNUCO
El cambio
interior
que fue
clave
“Sería difícil explicar breve-
mente lo que espiritual-
mente significó ingresar en
una nueva religión”, dice
Osvaldo Zanni sobre la
conversión que él y su fa-
milia hicieron a la iglesia
mormona.
Prefieren sí destacar que el
apoyo espiritual y la con-
tención encontrada en esa
iglesia fue fundamental
para sobrellevar los mo-
mentos más difíciles que
pasaron, sobre todo
cuando el dinero no alcan-
zaba para más de un arroz
con leche por día para los
niños que debieron criar.
Hoy, los varones de la fami-
lia tienen importantes car-
gos religiosos, todos a título
honorario. Osvaldo es pa-
triarca, uno de sus hijos es
presidente de una congre-
gación, como se llama a la
reunión de cinco obispa-
dos, y otros dos de sus
hijos son obispos.
La espiritualidad que vive la
familia, hace que, por ejem-
plo, hoy se pregunten si hu-
bieran disfrutado tanto el
momento que atraviesan de
haber resultado favorable el
juicio que plantearon contra
el Estado por las pérdidas
que les ocasionó la expe-
riencia de Tucunuco.
“Nos trataron
como a subversivos”