E
l argot de Patoruzú es
uno de sus rasgos más
distintivamente campesi-
nos, y se aparta marcadamente
del estándar rioplatense. No es,
sin embargo, particularmente
realista; toma sus términos in-
distintamente del norte, el oeste
y el sur del país, y en algunos
casos hasta del lunfardo traído
a Buenos Aires por los inmi-
grantes. Entre los más conoci-
dos de sus términos se
encuentran:
¡Esa forma de hablar!
Viernes 23 de septiembre de 2016
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gioso sentido de la orientación, y un
olfato de agudeza animal. Gracias a
ello, se arroja impulsiva y descuida-
damente en el peligro, y sale airoso
la mayoría de las veces.
Definitoria desde sus inicios es la in-
genuidad de Patoruzú, criado en la
Patagonia al abrigo de las sofistica-
das tentaciones de la gran ciudad; ri-
quísimo, pone su fortuna al servicio
de quien la necesite —sin que esto
produzca jamás mella alguna en su
importe— y es por lo tanto blanco de
toda clase de estafadores y tram-
poso que intentan abusar de ello.
Tan sobrenatural como su fuerza es
su integridad; aunque tarde en perci-
bir los engaños, una vez descubier-
tos persigue a los culpables con una
intensidad avasallante, y coopera
con frecuencia con la policía.
Aunque las historias iniciales diesen
otra versión, en la definitiva Pato-
ruzú posee estancias de incalculable
extensión en la Patagonia; divide su
tiempo entre ellas y su vivienda por-
teña, a la que se ve atado por su
sentido de la responsabilidad hacia
su padrino Isidoro. La singular cir-
cunstancia de que un tehuelche —
una etnia virtualmente exterminada
por la Campaña del Desierto em-
prendida a fines del siglo XIX por el
general Julio Argentino Roca, que
los privó de sus
tierras— sea
a la vez un
rico es-
tanciero
carece
de expli-
cación en
la historia.
Quinterno, re-
ticente a las entrevistas, sólo ex-
plicó en 1931 que: «Después de
haber estudiado la psicología de los
indios [
sic
] que sobreviven en el país
(...) me interesó especialmente el
más bonachón e ingenuo. Pero es la
auténtica personificación del valor,
simboliza cuanto de excelso puede
contener el alma humana, y en él se
conjugan todas las virtudes
inalcanzables para el
común de los mortales.
Es el hombre perfecto
dentro de la imperfección
humana».
Un indio
llamado...
Viene de página anterior
s
U
n 11 de octubre de
1945 apareció en su
propio semanario, “Pa-
toruzito”, personaje creado por
Dante Quinterno. Surgió como
un personaje para un público
más infantil que el ya popular
“Patoruzu”. Patoruzito repre-
senta la infancia y adolescencia
de Patoruzú.
En consecuencia tiene todas
las virtudes del mismo en su
condición de héroe.
Maneja con particular destreza sus
boleadoras y el arco y la flecha,
armas que usa para combatir, para
defenderse de sus enemigos, o bien
para salvar a alguien de un peligro.
Es físicamente incansable y tiene
para desplazarse una agilidad de le-
yenda. En su ámbito patagónico
cumple muchas de sus hazañas
con la ayuda de su valiente caballo
“Pamperito”, y la compañía de su in-
separable amigo “Isidorito” (quien
representa la infancia y adolescen-
cia de Isidoro Cañones).
¡Ahijuna!
Interjección que apocopa
¡Ah, hijo de
una...!
sobreentendiéndose el insulto a
la madre.
Amalaya
Del quechua “quiera Dios” o
“así sea”. En el peculiar dialecto
de Patoruzú, se usa para deno-
tar sorpresa.
Canejo
En lunfardo, de-
formación eufe-
mística de
“carajo”.
Chei
Del mapudungun
che
,
“gente”, el mismo origen
que el lunfardo «che».
Fiero
Feo. Metaplasmo que une
la fealdad con la fiereza de
la bestia salvaje.
Gurí, gurisa
Del guaraní, “niño” o “joven”.
Conchabo
Arcaísmo del español americano,
“acordar, especialmente en se-
creto”. En Argentina tiene a veces
el uso de concertar un trabajo.
¡Huija!
Interjección de origen
desconocido, empleada
para arrear el ganado.
Patoruzú la usa como ex-
clamación de alegría.
Jue’ pucha
Apócope de “hijo de pucha”’, mos-
trando la misma tendencia antihiática
ya mencionada.
Mandinga
Uno de los pocos voca-
blos de origen africano
constatado en el lun-
fardo, los malé o
man-
dinga
eran una tribu
sudanesa apreciada por
los tratantes de esclavos
por su fiereza y fuerza fí-
sica. Con mezclados ad-
miración y desprecio, el
lunfardo usa su nombre
para mentar al diablo.
Patacones
arcaísmo por di-
nero; era el nombre
de la moneda de
plata de una onza
en la época colonial.
Po
Apócope de “pues”,
usado como muleti-
lla, una práctica
frecuente en el es-
pañol patagónico y
chileno.
Sotreta:
“Bribón” o “rufián”, por
extensión de su sentido
original de caballo inútil o
de mala intención.
Tata
“Padre”,
del
quechua.
Patoruzito