El Nuevo Diario - page 18

diversión. En el fondo no se puede dis-
cutir y con ello, se pierde la relevancia
de un hecho cultural.
Sin duda se trata de operaciones del
mercado, pero que cuentan con un sis-
tema atrás destinado a trivializar las
formas de cultura popular. Cierta-
mente la laberíntica trayectoria de los
Rolling Stones – ella parece regirse
por el aforismo “Piedra que rueda, no
acumula moho” -, legitima este modo
de recepción de su obra. El problema
es que en ella se pierde la posibilidad
de considerarlos clásicos.
Borges caracterizaba como clásico: …
no a un libro (lo repito) que necesaria-
mente posee tales o cuales méritos; es
un libro que las generaciones de los
hombres, urgidas por diversas razo-
nes, leen con previo fervor y con una
misteriosa lealtad. ¿Cuáles son las ra-
zones para asistir a un recital de la cé-
lebre banda? En la respuesta a esta
pregunta, se juega la posibilidad de
proyectar políticas culturales sobre el
futuro de la cultura popular.
venta, el después “cede” o “toma”,
según la ocasión.
Ya cansado y con calor me decido por
una. Vuelvo a vestirme y le digo.-Me
llevo esta. Transpirado me acomodo
los pelos y la ropa, espero en el mos-
trador para pagar mientras ella veri-
fica código, dobla y ensobra la
prenda. -”Con el ticket podés cam-
biarlo,¿si?”.-me dice muy canchera.
Al final nunca usé la remera, ya de-
bería asumirme a mí mismo como
XL. Es hora.
Viernes 19 de febrero de 2016
18
El probador
desvestir, contesta nervioso; como si
estuviera en un baño público y alguien
empuja la puerta. Esperá un cachito,
le decís.
Y por un instante el mundo se de-
tiene, y te quedas absorto ante esa
imagen que te devuelve, como un
cross a la mandíbula, ese impiadoso
espejo king size.
Él no tiene ningún
empacho en hacerte ver como lo que
realmente sos, para eso es un frío es-
pejo. Las siniestras dicroicas sobre tu
cuerpo hacen el resto. Ya a esta al-
tura, tu humanidad genera sombras
que uno, en su percepción del es-
quema corporal, no imagina.
El cuerpo llega a una etapa que se
desgobierna y pierde las proporcio-
nes. Sos un talle de hombros, otro de
tetas, otro de abdomen y otro de ca-
dera.
Una especie de Frankestein ar-
mado de cuatro o más personas
distintas, con diferentes escalas. No
hay ropa con esas características en el
mercado, ni maniquí que se parezca a
uno. Es como un proceso parecido al
derretimiento de una vela, en donde la
gravedad hace que en algunas partes
bajas sedimente lo que viene cayendo
de más arriba.
-”¿Y?....¿Cómo quedó?”.-insiste la
vendedora. -”Si querés salí para que
te vea...”. Y uno ahí, expuesto y vulne-
rable, corre la cortinita y sale a mos-
trarle. La vendedora está entrenada
para vender, por eso ella no se ríe a
carcajadas ni gesticula ante uno, por
más ganas que tenga. -”Bárbaro te
queda”. Yo sé que miente.
Y uno trata en vano de acomodarse
las costuras para que coincidan con
las coyunturas naturales
. -”Es la
confección, ahora se usa así.”.-sigue
mintiendo. ¿Y si me traés un XL?-
digo tratando de despegarme del
cuerpo la prenda. -”Para mí el L está
bien, acordate que después cede un
poco”. Esa es una muy buena arma de
M
ucha gente medita, constela,
se analiza, toma drogas o
hasta se va a la India para
encontrarse consigo misma. Muchos
lo han logrado, pero algunas personas
cuando se encuentran realmente con
ellas, se dan cuenta que no se gustan
tanto. Por eso, por las dudas, antes de
emprender costosos viajes o intoxi-
carse con porquerías, hay una forma
más barata de lograrlo. Solo basta ir
de compras a algún negocio de ropas
y esperar a que la empleada te diga:
“Si querés medirte pasá por el proba-
dor...”
El probador es un sitio chiquito y ca-
luroso, una especie de mini calabozo
en donde uno se mete voluntaria-
mente.
Con esa cortinita que nunca
corre bien por el caño ni cierra al todo
por más que lo intentes. Encima uno
tiene la paranoia que hay alguna cá-
mara, o se vea desde afuera, como si a
alguien le interesara tal espectáculo.
Los percheros siempre son insuficien-
tes y no queda otra que dejar ropa en
el piso, porque el banco es para sen-
tarse, desensillarse y descalzarse más
cómodo. Mientras tanto, la vendedora,
que siempre tiene un tono canchero,
pregunta por primera vez: -”Y...
¿cómo quedó?... Si querés otro talle, te
traigo”. Y uno, que recién se alcanzó a
Alejandro Segovia
*
Escribe
* Veterinario y músico
EL LADO B DE LA NOTICIA
s
s
Eduardo Peñafort
*
*Filósofo, Crítico de Arte
.
Una de las
tapas inte-
riores del
álbum de
1971
“Sticky Fin-
gers” de
The Rolling
Stones
S
e puede acordar con Borges
que la gloria de un artista de-
pende de “la excitación o apatía
de las generaciones de hombres anóni-
mos”; y en la sociedad de masas, ella
se alcanza en la reunión multitudina-
ria que logre concitar. Desde ese
punto de vista, los Rolling Stones han
alcanzado la gloria mundial. Es justa-
mente que la banda más longeva de la
historia del rock convoque multitudes
el hecho que nos da que pensar.
Por supuesto que nadie se puede ex-
trañar que en nuestros pen drive de
sesentistas, se rescate Exile On Main
St, puesto que tienen que ver con nues-
tra juventud. Lo curioso, es la repercu-
sión en las generaciones más jóvenes
de un grupo que hace más de cin-
cuenta años cambió - juntamente con
The Beatles (sus eternos rivales) - el
rumbo de la música popular, que sigue
sonando bien, que mantiene la energía
en la presentación pero que, induda-
blemente, está conformado por adultos
mayores (para usar un eufemismo)
que reiteran viejos éxitos.
A la par del creativo juego de blues,
rock and roll, rhythm and blues
,
mú-
sica psicodélica, country, punk, mú-
sica disco, reggae y música
electrónica; la escandalosa portada de
Sticky Fingers realizada por Andy
Warhol, o la provocación del logotipo
de la discografía – creado por John
Pasche – ya no sorprenden a nadie y
forman parte de la tendencia Vintage
de la postmodernidad (en la que se
descree del progreso). Sin embargo,
para incorporarse a la sociedad ac-
tual, varios aspectos son olvidados o
anulados por los canonizadores y el
merchandising
Jagger comenzó a componer temas
donde expresaba críticas hacia la so-
ciedad capitalista (Cocksucker Blues),
la política, las costumbres sexuales
Escribe
IMÁGENES
ss
(Let’s Spend The Night Together) y el
sexo femenino (Stupid Girl), además
de la conocida relación con el con-
sumo de drogas. Esta afirmación no
constituye una crítica a los códigos
éticos de los artistas, el rechazo de la
obra, ni una apelación a la censura;
sino la constatación de las formas en
que se manipulan los productos de la
cultura popular. Convertidos en un
producto de consumo – en parte in-
comprensible y en parte “tolerada
como la chifladura de los artistas” –
el sentido original se pierde, para con-
vertirse en un mero espectáculo y en
Los Rolling Stones: vintage, retro, nostalgia y clasicismo
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