Viernes 12 de febrero de 2016
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Adiós al poeta
JORGE LEONIDAS “CHIQUITO” ESCUDERO MURIÓ A LOS 95 AÑOS
El 4 de septiembre pasado festejó su cumpleaños número 95 presentando un nuevo libro,
“Andanzas mineras II y doce poemas vividos”. Fue un poeta con corazón de pirquinero, que
amaba aventurarse en las montañas sanjuaninas.
E
l miércoles 10 a las 3 de la ma-
drugada, su patio florido de
malvones y parras comenzó a
extrañarlo. Las prolijas vitrinas que du-
rante años guardaron sus tesoros, no
encuentran quién hable hoy de ellas.
Ese gran cuarto que albergaba la vida
de Jorge Leonidas Escudero escritor,
en el fondo de su casa, quedó en silen-
cio. Lejos de tristezas, la montaña ce-
lebra el reencuentro con Chiquito, con
ese pirquinero que durante años buscó
en sus entrañas sin saber que los teso-
ros no estaban en ella, sino en las pa-
labras que este hombre menudo, de
hablar bajito y pausado, le dedicaría a
través de los años. Nunca dejó de
nombrarla: la montaña fue para él su
eterna enamorada.
“Manera de quererte piedra pelada,
digo/
hasta perdérseme la vista
en azules oeste,
cerros lagartos donde subí
para en sus crestas verme como
nunca…”. (¿Qué pasó?)
Su último libro fue para ella. Chiquito
decidió presentar “Andanzas mineras II
y doce poemas vividos” el 4 de sep-
tiembre del año pasado, para celebrar
su cumpleaños número 95, junto a sus
hijas Rosa y Ana y sus amigos.
A la par que la montaña, la poesía lo
sedujo cuando tenía 50 años, y desde
entonces, nunca dejó de escribir.
“La poesía viene y yo comedido
me ofrezco de puente para que lle-
gue a otros.
Ella en el mundo de las analogías
busca/
relaciones ocultas y me las dicta.
Y es difícil ser fiel porque uno mete
palos de ciego, ocurrencias, vacío.
Ella aspira ha hermosura
de fondo y forma, quel poema dé
chispa y se hunda en tierra-tiempo
donde/
se pierda la firma del que transcribe…”
(Poetas)
Y sus poemas, puentes en 27 libros, no
perdieron la firma. Hundieron sus raíces
en San Juan y volaron, lejos, a recónditos
lugares donde hoy lloran su pérdida,
pero celebran haberlo conocido.
¿Hay un secreto para llegar a vivir 95
años?, fue la pregunta en la última entre-
vista que brindó a El Nuevo Diario. “Vi-
viendo nomás”, respondió Chiquito
con su tradicional ingenio. Y así vivió,
viviendo nomás, amigo de sus amigos,
amante del vino tinto, del bar de Dou-
glas y la ruleta.
“Tableteo de fichas, el fracaso
que las arañas tejen. En efecto,
punto y banca es un juego extraor-
dinario/
para gente omitida que decide
tomar cartas en algo.” (4)
Chiquito encontró la palabra única,
esa que definió su estilo de escribir ini-
gualable, aunque siguiera buscándola
hasta el final. Buscador incansable, de
oro y de palabras.
“En los cerros i visto sendas de
andar/
animales sueltos subir o bajar
por rodados difíciles y en las piza-
rras/
escribir con letras de pezuñas, cas-
cos,/
patas de guanaco ir
por agua
o pasto en busca de vida.
Ariscos.
Dejar señas desde o a dónde,
rastros efímeros
en los despeñaderos
campo de aludes.
Eso vi allá
y en eso ando, camino este es
mi senderear con palabras ir
por pasto de luz y agua escondida
en los nacederos de la evidencia.
Y aunque también aquí las avalan-
chas/
borrarán todo, éstos mis rastros
dejo, voy
suelto
semejante a en el cerro aquellos
animales/
que andan en lo que son hasta mo-
rirse”. (Senderear)
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El poeta y la montaña. Tapa del libro Atisbos, publicado por Ediciones en Danza.