line, los apasionados y catárticos
comentaristas destacados parecen
tener la solución a toda esta “gue-
rra del cuarto de peso”. Mi sobrino
dijo una sabia frase, como para no
rabiar más:- Ya fue, el boleto sale 7
mangos. Con sus jóvenes 20 años
aprobó su primer examen de adap-
tación para vivir en el país y no ul-
cerarse.
Ahora falta que digan que Rockefe-
ller tiene una fábrica de monedas de
25 centavos al lado del laboratorio
de Zika. Y quien te dice…
Viernes 12 de febrero de 2016
18
De mosquitos y monedas
de la fiesta, con las colas de fans de
Ricky Martin y todo eso. No queda
mucho tiempo para cosas irrelevan-
tes. Y ya cuando parecía que la vi-
rulencia política se había aplacado
y la grieta comenzaba a cerrarse,
apareció el tema de la moneda de
25 centavos para el vuelto del bo-
leto de colectivo que ahora vale ca-
prichosos y rebuscados $6,75.
Esta redonda y doradita divisa se
transformó en preciada joya y mo-
tivo de acalorado debate en nuestro
micromundo sanjuanino. Para los
pasajeros, el malhumorado colecti-
vero pasó a ser el eje del mal por no
tener vuelto. Para los colectiveros
en cambio, los malhumorados pasa-
jeros que pagan con $100 son terro-
ristas de lo peor. La tarjeta Sube
parecería ser la solución para
ambos bandos en cuestión, pero pa-
rece que pocos colectivos tienen las
máquinas en funcionamiento. Mien-
tras tanto en los foros de diarios on
L
as noticias del país por estos
días son copadas por unos
mosquitos africanos portado-
res de enfermedades. Estas tienen
nombres que podrían ser de instru-
mentos del altiplano o de algún
yuyo. Zika, chinkunguña y dengue se
llaman; y son un riego serio para la
salud humana.
Hasta leí por ahí que Rockefeller pa-
tentó el Zika en 1947 para desarro-
llar la vacuna y enriquecerse lo más
que se pueda. Como el capitalismo
manda. Las redes sociales se han
hecho eco de esto, y producen esta
ambigüedad que uno no crea nada, y
a la vez, crea que todo es posible en
este mundo de hoy. Acá en San Juan
se habla del tema, pero en realidad
no nos tiene muy desvelados que se
diga. Que va a querer ese mosquito
venirse justo aquí, teniendo tantos
lugares mejores para ir ahora en
temporada! Acá por estas fechas es-
tamos en otra cosa. Los preparativos
Alejandro Segovia
*
Escribe
* Veterinario y músico
EL LADO B DE LA NOTICIA
s
s
Eduardo Peñafort
*
*Filósofo, Crítico de Arte
.
E
n el portal “San Juan al
mundo” se transcribe un ex-
celente texto de Rufino Mar-
tínez sobre los “Carnavales de
antaño en San Juan”. En él, relata
la fiesta central de carnaval en la
década de 1930 – el corso en la
Plaza 25 de Mayo, los bailes en los
clubes y otros eventos que todavía
cuentan los memoriosos -. Con la
galanura que caracteriza su escri-
tura agrega:
“
¡Después vinieron
otros carnavales, otros pomos y otras
serpentinas, que más vale no menea-
llo!”. En realidad, antes, coetánea-
mente y después de esas formas, el
carnaval se celebraba en muy diver-
sos registros sociales y culturales.
Se trata de una fiesta con caracterís-
ticas casi universales – más allá de
la diversidad de manifestaciones -,
entre la que sobresale la pérdida de
los controles habituales que rigen el
trato cotidiano. Los disfraces, desfi-
les y canciones muestran el mundo al
revés – el poderoso pierde su lugar,
lo que asusta se pone en escena, se
usan atuendos que engañan o cum-
plen sueños -; pero sobre todo se
arrojan elementos que ambiguamente
suponen elección y agresión (a veces
agua, en otras harinas o polvos de
colores). El motivo de esta constante
y su pervivencia a través de las dis-
tintas épocas, parece encontrarse en
la necesidad de incluir en el calenda-
rio, algunos días dedicados a liberar
los sentimientos que la costumbre
oculta.
En tal sentido, además de los carna-
vales de “alta sociedad”, siempre
han existido las chayas sanjuaninas,
los corsos departamentales y los bai-
les en los clubes “sociales y deporti-
vos”. Este aspecto conviene ponerlo
de relieve, puesto que existe una dife-
rencia entre ser espectador del car-
naval a participar de la festividad:
reconocer a los disfrazados, hacer
chanzas con los conocidos, develar
aspectos de las relaciones inmediatas
Escribe
IMÁGENES
ss
y comunales.
En esta dirección resulta muy auspi-
cioso que los municipios propongan
fiestas descentralizadas, donde la
participación permite recuperar el
espíritu de carnaval en un sentido
mucho más radical que en la mera
expectación. Ciertamente los grandes
desfiles son espectáculos extraordi-
narios que forman parte del calenda-
rio de fiestas con atractivo turístico.
Nadie podría negar que la permisivi-
dad se cumple totalmente en las más
célebres ediciones – Río de Janeiro,
Gualeguaychú -. Contemporánea-
mente, los ejes de la liberación pare-
cen girar sobre la posición
vestido/desvestido, las alternancias
de la identidad de género y las fan-
tasías sobre el lujo de la sensualidad.
Pero conviene remarcar, se trata de
espectáculos – en algún caso, equiva-
lente a un recital -, en el que los pro-
tagonistas son las “escuelas” que
compiten en elegancia y audacia. En
el caso de Brasil, la composición mu-
sical que acompaña a las comparsas
cumple un rol fundamental – este as-
pecto tal vez debería ser imitado,
puesto que los mejores artistas popu-
lares componen esos temas -.
Por supuesto que en los inicios, los
corsos departamentales consistirán
en espectáculos análogos a la ima-
gen publicitaria, pero en la continui-
dad se dará vía libre a la creatividad
de las comunidades. Cada una tiene
sus propios problemas, jerarquías so-
ciales, mitos y tabúes; el humor y la
chanza se volverá local y de ese
modo la participación se convertirá
en un elemento cultural significativo,
en un ejercicio de la parodia, que
como se sabe, saca a luz las cuestio-
nes que preocupan en serio.
Carnaval: espectadores y participantes